opinión

Márketing de la perfección

Nos están bombardeando continuamente con contenido que nos indica cómo hacer las cosas para alcanzar una estética de perfección

Es curioso cómo poco a poco vamos entendiendo aquello de los algoritmos, esos nuevos amigos que definen lo que nos interesa en función de la información que les hemos compartido recientemente.

Cuando nos referimos a las redes sociales, todos hablamos de algoritmos alegremente, como si ... habláramos con certeza sobre los mecanismos de ingeniería social atractivos que se están aplicando a la programación de estas redes tan reconocidas.

Pienso que lo peligroso de todo esto proviene de la relación que establecemos con el contenido y de cómo lo interiorizamos, y de cómo hacemos nuestras ciertas creencias, tendencias e ideas que, por razones ya de sobra conocidas, necesitamos en nuestras vidas.

Sin embargo, hoy me quería centrar en una tendencia que he estado observando desde hace algún tiempo. Está relacionado con todos esos videos y contenidos que nos ofrece el algoritmo, o las redes (como prefiráis llamarlas; para mí son todas iguales), acerca de lo que debemos hacer y cómo debemos hacerlo.

A esto lo llamo «el marketing de la perfección». Nos están bombardeando continuamente con contenido que nos indica cómo hacer las cosas para alcanzar una estética de perfección.

Todo lo que aparece en Instagram en relación con la moda, la decoración y la estética en general tiene un toque neutro y perfeccionista. Se aprecia siempre lo lineal, lo neutro, lo pulido. Algo que solo fomenta, pienso yo, la necesidad de alcanzar ese canon.

La imperfección y el caos quedan fuera. Sálvese quien pueda de esta locura obsesiva por implementarlo también en nuestros hábitos cotidianos. Es una hiperexigencia que invade cada parcela de nuestro día a día.

La comida más limpia y digestiva, el maquillaje sin tóxicos ni plásticos, la decoración minimalista: todo pulido y blanco, todo neutro, como si estuviéramos habitando una cárcel, aunque en este caso es existencial.

Todo el plástico comprado en Shein. Ya no existe la imperfección en la decoración de nuestra casa, ni la artesanía. Ya no hay nada hecho a mano, con amor. Tampoco hagan postres caseros o repostería al horno, que eso tiene gluten y podría matarnos a todos.

El marketing de la perfección y lo neutro ha llegado en un momento existencial muy peculiar para la sociedad occidental. Vivimos desconcertados y polarizados; Ya no sabemos qué creer, y sentimos continuamente la necesidad de depurar nuestra mente y dejarla vacía ante tanta carga de contenido banal.

Hace poco escuché a alguien decir que la verdadera revolución empieza por uno mismo, en lo personal. Pienso que no le faltaba razón.

Y también creo que hice bien en tatuarme el nombre de mi hija con su imperfecta caligrafía de niña de cuatro años. Cada vez que lo miro, recuerda lo bonito que puede ser algo simplemente por haber puesto en ello corazón y cariño.

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