OPINIÓN
La intrahistoria
No soy un obsesivo compulsivo anti-Trump, como el noventa por ciento de los que trabajan en medios o escriben en ellos
Tengo muchísima suerte, más de la que me merezco. Oh, tal vez no. Quizás me conformo con nada, o con «na», como me decía mi abuela Andrea. Quizás me sea fácil contentarme, autosatisfacerme.
Estar en contacto continuo con los libros me hace sentir muy feliz, ... y quizás se note que no estoy del todo bien cuando no estoy cerca de ellos: leyéndolos, haciéndolos, publicándolos. Vendiéndolos.
Me resulta cada vez más fácil —deben ser gajes del oficio— obsesionarme con temas que me gustan, buscarlos, leerlos, estudiarlos. Desde hace algún tiempo he estado más cerca de la ficción que de lo divulgativo, o de lo que llaman no ficción. Pero recientemente he sentido una curiosidad infinita por aquello que debemos conocer para no cometer los mismos errores de siempre: nuestra historia.
No soy un obsesivo compulsivo anti-Trump, como el noventa por ciento de los que trabajan en medios o escriben en ellos. Pero cuanta más historia leo, más pienso que no va a ser, ni mucho menos, uno de los mejores presidentes que ha tenido Estados Unidos. Quizás a ellos mismos les haga falta leer algo más de historia para entenderlo. No nos va a llevar al deseado apocalipsis, ya que, por mucho más de lo que está haciendo, a otros les han dado premios Nobel de la Paz.
Y tampoco es que me haga especial ilusión ir a barrer la casa de otros estando la mía llena de mierda. No me hace especial ilusión, y tampoco creo que Sánchez sea de los mejores gobernantes que ha tenido nuestro país. Quizás a todos nos haga falta leer un poco más de esa historia oficial, la que dejamos de lado en algún punto de nuestras vidas, para entender que tampoco hemos tenido gobernantes —tanto reyes como presidentes— muy a la altura de lo que se merece un pueblo digno.
Afronto este nuevo camino leyendo y obsesionándome con la historia oficial para encontrarle sentido a aquello que Unamuno nos dejó como concepto de intrahistoria: lo que decora la historia más visible, lo cotidiano. La tradición eterna.
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