OPINIÓN
Un instituto en La Barrosa
La realidad sociocultural de esta zona es diferente de lo que aparenta. No se trata solo de parcelas residenciales y complejos turísticos
Solemos asociar las playas con las vacaciones, los viajes, el descanso y los complejos turísticos. Las playas, esos lugares agradables para pasar unas vacaciones, están estrechamente vinculadas a nuestra costa gaditana. Contamos con playas, como la de Chiclana de la Frontera, que no tienen nada ... que envidiar a los destinos más paradisíacos.
En ellas se refleja lo mejor de la industria turística: el alto rendimiento del mercado hotelero y la gran competitividad de las empresas que fomentan el turismo. Sin embargo, muchas veces no se da suficiente visibilidad a todas las personas que están detrás de esto. Hay familias que dependen directamente del turismo para vivir.
Siempre me he sentido algo diferente de aquellas personas que han crecido en un barrio, que pertenecen a una barriada donde conocen a todos los vecinos de las calles cercanas y saben los «motes» y apellidos de cada familia. Allí, las familias se conocen y se entrelazan.
Con el paso de los años, he aprendido a convivir cómodamente con mis diferencias, a cuestionar la normalidad, la norma, y a reflexionar sobre por qué algo se considera mejor que otra cosa solo por ajustarse a esa norma.
De esas diferencias nacen también mis retos personales, que son el motor de mis sueños. Quizás me he acostumbrado a caer y levantarme, a vivir en esa incomodidad que sigue marcándome como diferente. No es común desear cosas que sabes que probablemente no vas a conseguir, pero ahí está mi impulso.
Me crié en la Playa de la Barrosa. Mi familia vive del turismo desde 1991, y he aprendido a aceptar y valorar esa diferencia. Aun así, a veces hubiese deseado otra cosa: más cercanía, otro lugar. Renunciar a lo que llaman el «no-lugar», ese concepto que surge en las zonas turísticas y de tránsito, donde las tradiciones y las costumbres identitarias no arraigan. En La Barrosa no hay mucho de eso, porque es pequeña, muy reciente y esencialmente turística.
Sin embargo, aquí viven unas mil familias que luchan día a día. Pagan facturas, trabajan, y, a pesar de las dificultades, logran conciliar. Llevan a sus hijos a uno de los colegios más grande de Chiclana, situado en la Playa de la Barrosa. Y, poco a poco, han construido lo que llaman un lugar digno para vivir.
La realidad sociocultural de esta zona es diferente de lo que aparenta. No se trata solo de parcelas residenciales y complejos turísticos. Hay hogares llenos de amor y esperanza. Y, aunque la natalidad está bajando en el resto del país, aquí aumenta significativamente.
La Playa de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera, ha evolucionado. Tenemos un colegio, pero ahora necesitamos un instituto.
Ver comentarios