OPINIÓN
La importancia de ser importante
Antes, creo, no había tanta gente con necesidad de ser famosa e importante. La gente tenía vidas mundanas y las disfrutaban. No eran relevantes. No hacía falta
Hace ya algún tiempo surgieron las conocidas redes sociales, esos espacios donde la mayoría de las personas comparten sus inquietudes, muchas de ellas como manifestaciones de su manera de vivir y relacionarse con el mundo. Con contenido enfocado en lo personal, estas plataformas se utilizan ... para compartir las cosas que nos suceden en el día a día.
Hace poco, me lamentaba ante el director de la sucursal bancaria donde tengo mi cuenta por la obligación constante de estar pendiente de las redes sociales. El joven director del banco me comentó que, si él tuviera algún proyecto emprendedor, estaría en todas las redes sociales porque le parecen una excelente forma de publicitarse.
Quisiera destacar, del párrafo anterior, la expresión «joven director» por varios motivos. Primero, porque, habiendo entrado recientemente en la cuarentena, todos los menores de cuarenta me empiezan a parecer demasiado jóvenes. Y segundo, porque su edad posiblemente lo sitúa en una generación cada vez más distante de la mía, aunque no nos separen tantos años.
Recientemente se han cumplido veinte años de la creación de Facebook, aquel proyecto personal de Mark Zuckerberg nacido de una especie de venganza, al menos así se ha contado a nivel anecdótico: la venganza perfecta de un joven informático-friki, con el apoyo de una empresa de capital de riesgo de la CIA.
Aquel fue el inicio de todo, de la filosofía imperante hasta ahora. Cada vez somos más individualistas y egoístas. Los que tenían en esa época seis o siete años (supongo que como el chaval del banco), se han criado con Facebook y sus variantes. Son conocedores en gran medida de todo el imperio Meta y de todo lo que ha surgido a raíz de aquella semilla.
El nuevo modo de vida no ha parado de reinventarse. Siempre surgen nuevas formas de exponerse. Hace unos años entraba en el mercado Instagram, que nos daba la posibilidad de compartir instantáneas del mundo en directo. Poco a poco, la red social, una vez adquirida por los chicos de Meta, empezó a retorcer el algoritmo para crear una especie de plataforma necesaria para potenciar lo que yo creo que será la época de la obsesión por el yo.
Coincido con lo que he escuchado en más de una ocasión decir al pensador Jorge de los Santos, sobre algunos de los cambios más importantes que estamos viviendo en nuestras vidas al relacionarnos con cosas como Instagram. Resulta que el hábito está moldeando nuestra personalidad, nuestra forma de comportarnos, de relacionarnos con los demás. Lo importante en una red social no es mostrar el paisaje dentro del marco, porque no hay paisaje, no hay nada que mostrar en lo que no estemos presentes. Lo más importante que podemos mostrar en nuestras redes somos nosotros mismos. Debemos ser los protagonistas absolutos de todo lo que estamos mostrando, siempre incluidos dentro de la historia que queremos contar. ¿Necesitamos sentir que somos protagonistas de algo importante?
Creo que nunca ha sido más necesario sentirse importantes o ser importantes. No hemos sabido vivir de otra manera en las últimas décadas, pasando desapercibidos, renunciando a la necesidad de ser famosos. Antes, creo, no había tanta gente con necesidad de ser famosa e importante. La gente tenía vidas mundanas y las disfrutaban. No eran relevantes. No hacía falta.
En algún momento esto reventará, explotará. La relevancia no es tan importante como creemos. En algún momento volveremos a la naturaleza y rechazaremos este marco que se nos ha creado para encarcelarnos, para tener controlado nuestro ego, nuestro yo. Y, al mismo tiempo, es como tenernos encerrados a todos nosotros.