OPINIÓN
Gaditano y noir
Han pasado unos años y hemos creado una pandilla de pequeños escritores, que todos juntos hacen mucho más que uno que se pueda considerar grande
Aunque el género epistolar esté de moda en España, no quería dejar pasar esta semana sin publicar algo, no sé si como modo de expresión o como mensaje. También es cierto que este querido mundo en el que vivimos parece que muchas veces me castiga ... por ponerme en el lugar del otro.
Tratándose de un sector en el que más o menos me manejo, me gustaría dedicar estas palabras a un tipo concreto de persona, que siempre he pensado que carga con una responsabilidad y que, al mismo tiempo, tiene todas las posibilidades de salir perdedor. Siempre me han llamado la atención los vencidos.
Merece la pena tener en cuenta que estas palabras van dirigidas a todos los ciudadanos en general, sean de donde sean. Se trasladan en el espacio a cualquier lugar querido, a cualquier pequeña patria. A cualquier barriada o asociación de vecinos. A cualquier lugar en el que uno se sienta cómodo, aunque no haya nacido siquiera allí.
Va sobre esas personas que aman lo que ven, desde chicos. En concreto, publico hoy para el escritor local, que tiene que aguantar que lo llamen «local» con desprecio, y que lo posicionen despectivamente al lado de los autopublicados. Todos son escritores, al fin y al cabo. Pero este maravilloso mundo, a veces me castiga por pensar que todos son así de iguales.
Precisamente empecé una aventura personal hace unos años, acompañado de mi medio hermano Javi, para darle sentido a todas aquellas cosas por las que me castigaban socialmente. Así que decidimos hacernos amigos de todos esos escritores pequeñitos, locales. Después entendimos, o creímos, que era mejor ser local en Cádiz que en cualquier otro lugar. Qué entrañable, ¿verdad?
Han pasado unos años y hemos creado una pandilla de pequeños escritores, que todos juntos hacen mucho más que uno que se pueda considerar grande. El pecado había sido escribir sobre sus calles preferidas, imaginar escenas de acción en aquellos barrios donde un día, cuando eran «chiquetitos» y «chiquetitas», soñaron con ser piratas o bomberos. Quién sabe.
Cualquiera que mire los proyectos en los que hemos andado metidos en los últimos años se dará cuenta de lo «jartibles» que podemos llegar a ser; siempre igual con la tontería del tema gaditano, de lo gaditano, de lo local. Como si paseáramos con ilusión una especie de neurosis paranoide. Con ataques continuos de ira cuando encontramos a alguien que no es capaz de entender lo bonito que es escribir sobre algo que se ama, aunque solo sea una ciudad.
Inevitablemente, lo gaditano está presente en nuestro día a día. En el de todos nuestros amigos. En el de los que investigan cada uno de los rincones de Cádiz. En los que escuchan carnaval o siguen al Cádiz. Como dice nuestro querido Manolo Camacho, las tres C de Cádiz: Cádiz CF, Carnaval y Cofradías.
A nuestros nuevos amigos los empezamos a llamar escritores muy «gaditas». Hay que ser muy gadita para escribir utilizando tantos referentes culturales, aparentemente inconexos y relacionarlos todos con Cádiz. Habrá quien no lo crea, pero hay de todo: desde extrañas lógicas en ficciones que quitan el sueño, hasta interesantes vidas bohemias de famosos futbolistas.
Nazis y detectives en historias que no tienen nada que envidiar a una película de Hollywood. Después de todo, muchos de los que vieron aquella escena de James Bond en la que Halle Berry salía de un baño en la playa de La Caleta han crecido. Se ha rodado mucho cine en Cádiz. Se le ha cantado mucho a Cádiz. Es la generación quizá de «En Cádiz todo es posible». No hay paro quite esa ilusión. Es dulce y agrio al mismo tiempo.
Es posible narrar un buen noir, tal y como lo hacen gente como Luis Rodríguez Guerrero, Benito Olmo, Daniel Fopiani o Alberto Puyana, por citar solo algunos nombres que me vienen a la cabeza y que tienen alguna de sus historias ambientadas en la Tacita de Plata.
Hace un tiempo, nuestra fatiguilla fue a peor y entendimos que el escritor gaditano podía mutar narrando un tipo de subgénero que mezclaba lo gaditano con el mejor noir. Y nos inventamos un festival. Por eso estamos diciendo que le hemos regalado «Gaditanoir» a todos nuestros amigos.