Opinión
La cuesta de enero para los novatos
Cuando éramos jóvenes, buscábamos cualquier oportunidad para salir, gastar dinero y divertirnos. La idea de escasez en este mes apenas resonaba como un leve murmullo
Es bien sabido en el argot ciclista que una «pendiente rompe piernas» es un tramo con desnivel que pone a prueba la resistencia física de las piernas. Desde hace un tiempo, la cuesta de enero se ha convertido en un tramo rompe piernas para muchas ... familias que la asumen con incertidumbre. Se requiere una gran fortaleza para subir con satisfacción esta cuesta, que cada año parece más difícil.
Es cierto que parece que solo a los padres y madres se les presenta esta cuesta como una prueba extrema de alta competición. Cada vez es más común ver terrazas llenas durante los fines de semana posteriores a las fiestas, así como tiendas abarrotadas con sus rebajas, como si no quisiéramos poner fin a la agonía del consumo que se inicia en Halloween. Estoy seguro de que la gente que habita esos sitios no tiene hijos.
Con el paso de los años, uno se da cuenta de que las cuestas de enero son más duras porque antes no se percibían de la misma manera. Cuando éramos jóvenes, buscábamos cualquier oportunidad para salir, gastar dinero y divertirnos. La idea de escasez en este mes apenas resonaba como un leve murmullo, en un idioma que solo nuestros padres entendían, rodeado de un aura de responsabilidad que nunca pensábamos que llegaría. Todo eso no iba con nosotros.
Ahora, a los de cierta edad, nos ha tocado el turno. A los descerebrados que estamos intentando repoblar España. Sin embargo, nos da pereza quejarnos, incluso para eso tenemos actitud 'millennial', en el peor sentido de la palabra. Nuestros abuelos pasaron hambre y nuestros padres levantaron el país. Hemos crecido con ese mantra, y ahora debemos enfrentar la cuestecita a costa de desarrollar unos gemelos como melones. Mientras tanto, los mayores nos dicen que antes la gente criaba a los niños porque «no tenía móvil» y cosas así, un nuevo mantra resuena. El ascensor social quedará como un capítulo anecdótico de la serie cuéntame.
Se suponía que éramos la generación más preparada de la historia, pero al final parece que no estamos preparados para algo tan básico como conciliar, trabajar, llevar a la familia hacia el progreso y el crecimiento económico. Se suponía que esto sería más coherente. Lo del tema de la vivienda lo dejamos para otro día.
Siempre he sido escéptico con respecto a lo que se prometía y se creía, al menos en mi caso. Pero no ha habido un centro de alto rendimiento para aquellos que querían formar su propia familia. Ahora recibimos miradas condescendientes, rozando el menosprecio, como si nos dijeran «Ahora vas a sufrir de verdad». Esto es lo que hay. Y no parece que ningún político esté realmente enfocado hacia el bienestar de las nuevas familias en España. Lo siento, pero no lo parece.
Con la inflación, el desempleo, la frustración por no llegar a fin de mes a pesar de trabajar y un contexto sociocultural decadente que dificulta una educación decente en valores para nuestros hijos, espero, entre decepciones, encontrar un tramo menos inclinado para descansar las piernas. Ya tengo un trapecio, como dice la canción: «Ya puedo verlas venir en el horizonte».
Pese a todo, seguiremos adelante. En algún momento dejaremos de nadar en esta piscina llena hasta arriba de amargura y decepción. A nuestra generación nos queda pasar página y hacer lo nuestro, tal y como querían. Y quizá, en algún momento miraremos a nuestros hijos, orgullosos de que aprendieron a valorar lo básico, a entender que el éxito no está necesariamente ligado al dinero, a que a veces se pierde, aunque uno sude sangre trabajado. A veces, lo que pasa es que pese a todo «no se ha dado». Los seguidores del Cádiz lo entienden y son más inteligente por ello.
Y hay que ser astuto y entender que lo demás es un cuento que nos han contado antes de dormir a los que fuimos niños.