OPINIÓN
La casta del botellón
Las nuevas castas llegaron, contra todo pronóstico, para volver a explicarnos la historia a su manera, para meternos en la cabeza aquello que llaman «el relato»
Hay que reconocer que, de un tiempo a esta parte, la casta política se ha superado como nunca se había visto en la historia de este país. Al menos, hay que remontarse a aquellas décadas grises en las que había mandatarios, pero pocas posibilidades de ... decisión democrática. Además, está siendo habitual el hecho de mirar hacia atrás. Se echa de menos una política más auténtica, pienso.
Las nuevas castas llegaron, contra todo pronóstico, para volver a explicarnos la historia a su manera, para meternos en la cabeza aquello que llaman «el relato». Nos han contado que los promotores de la transición, los que iniciaron un nuevo camino democrático, eran todos unos farsantes: «Lo llaman democracia y no es así». Hoy en día, nuevos grupos asaltan la calle de manera más agresiva que aquellas sentadas estudiantiles del 15M, y no me refiero precisamente a las justas y necesarias reivindicaciones del sector agrario.
No hay término medio en los agentes sociales más efervescentes. Pasó con aquella nueva izquierda podemita que necesitaba la renovación y una izquierda más efectiva, que representara los intereses de una generación que se veía perdida. Y ahora posiblemente pase lo mismo con aquellas nuevas derechas; se habla constantemente de si es posible un «Milei español».
Debo reconocer que, en algunos momentos del día, según cómo me haya ido (suele pasar a última hora de la tarde, después de ver todo lo mal que funciona todo en general), me apetezca para España un Javier Milei multiplicado por dos. Pero siempre llego a la conclusión de que algo estaremos haciendo mal en nuestra sociedad si realmente tenemos que esperar a alguien para que nos salve. Y me pregunto, ¿de quién? ¿De qué exactamente?
De nosotros mismos, quizá, de los españoles. Somos nuestro propio veneno. Y, sobre todo, modernos y superficiales. Estoy completamente seguro de que, si en algún momento el liberalismo a lo Milei se pone de moda, nosotros lo abrazaremos. Nos veremos entregados y evangelizados, aceptando las políticas más liberales que hayan existido jamás. Y no es malo, es una ideología más, como todas las demás.
Así hemos estado durante aproximadamente cuarenta años, ¿verdad? Lo que la izquierda malgastaba, la derecha lo recuperaba. Hasta que poco a poco se fueron diluyendo las líneas ideológicas hasta el punto de que ya no sabemos si el nacionalismo es algo de derechas o de izquierdas. En cualquier caso, siempre será lo que marque la tendencia, lo que los medios comprados por el Gobierno quieran meterle en la cabeza a los españoles. Por eso digo que, si mañana nos da por un Milei español, lo levantaremos hasta ese cielo al que no llegó Pablo Iglesias.
Mientras tanto, las nuevas castas se vuelven cada vez más radicales. Se habla de las mismas tonterías, pero con diferentes perspectivas. Se reivindica la bandera cuando nos conviene, se abren las fronteras según lo que diga uno u otro. La nueva casta tiene información de algoritmos de internet, de redes sociales, y puede crear una marca basada en algún nicho de votantes. Es fácil si se tiene la cantidad de pasta adecuada. Prepárense para nuevos disparates y proyectos esquizofrénicos. La nueva casta es bastante peor que la antigua, esa a la que tanta manía le tenían. Y mientras tanto, gente como Sánchez, habrá alguno más en el futuro si este se va en algún momento, manosea la constitución, marea la perdiz y hace trucos de magia. La casta del botellón juega a sus juegos.
Hoy me lamento mucho de esta nueva casta que se nos ha venido encima, gracias a la fuerte crisis de valores que se generó a raíz de aquella juventud amante del botellón, víctima de la LOGSE. Yo pertenezco a esa lamentable generación y siento que en algún momento estuve en un botellón con todos aquellos que se están cargando el país. Me siento partícipe de esta destrucción.
Los de la casta antigua habrán interpretado un buen resultado para los conservadores en Galicia, pero yo, que sé cómo piensa la casta del botellón, entiendo que esto solo le ha podido venir bien a Sánchez. En el fondo, él sabe que allí tiene un socio más: reclama cosas de esas independentistas y nacionalistas. Me recuerda esta nueva política a un macro botellón en el que había licor para todos. Todos bebían y era barato. Hasta que nos encontramos con una generación sin trabajo, sin futuro y endeudada.