Opinión
Baluarte de libros
Cualquiera que haya tenido una relación especial con el libro recordará las primeras ferias del libro a las que asistió, incluso aquellas itinerantes que visitaban los colegios
Es romántico hablar de celebrar una feria del libro en un edificio fortificado, y lo digo por varias razones.
Para empezar, parece que uno se está defendiendo de algo a través de los libros. Siempre he pensado que el libro es una excelente arma para ... la defensa personal, tanto física como psicológica (dependiendo del grosor del objeto). Sin embargo, no fue hasta que comencé a dedicarme a esto profesionalmente que comprendí que también es una herramienta para la revolución.
El lugar resulta bucólico, con unas vistas espectaculares del mar. La estancia en la feria del libro, rastreando novedades y paseando entre los diferentes stands en un largo pasillo que nos transporta a otro tiempo, no es solamente un viaje a través de la literatura, sino de los sentidos.
Para cualquiera que viva el mundo del libro de cerca, desde los libreros hasta los escritores, pasando por diferentes agentes culturales y, sobre todo, los lectores, la feria del libro de Cádiz puede convertirse, debido a su ubicación, en una especie de recurso psicológico, inevitablemente fetichista. Es como una parada para el descanso en este precario mundo en el que nos movemos todos los que estamos vinculados a los libros.
Cualquiera que haya tenido una relación especial con el libro, aunque no haya trabajado directamente con él, recordará las primeras ferias del libro a las que asistió, incluso aquellas itinerantes que visitaban los colegios. Los más afortunados recordarán sus primeros paseos, agarrados de la mano de algún familiar y ávido lector. Es posible que eso haya sucedido en Cádiz, que va camino de cumplir su cuadragésima edición.
Dentro de este terreno de juego, surgen las figuras de los programadores culturales y los equipos que se dedican a organizar actividades y jornadas literarias para animar. Este tipo de profesionales se ve abordado anualmente por un batallón de editores, escritores y gente de la cultura que reclama su espacio, su sitio, intentando captar la atención del típico lector potencial que asiste a las ferias del libro.
Debido a una serie de catastróficas desdichas, tanto mi amiguito Javi como yo nos hemos visto como máximos representantes de ese grupo de desesperados editores y agentes de la cultura que arriesgan su tiempo y su patrimonio personal para intentar figurar en eventos de este tipo.
Se hace duro prometer y no cumplir, como cuando uno no puede asistir al importante partido de fútbol de su chiquillo. Se hace especialmente duro cuando uno tiene cierta sensibilidad hacia las personas que representa, hacia todos aquellos autores que firman un contrato para que vendas su obra en las mejores condiciones posibles.
El tiempo está pasando, nuestro proyecto va mutando. Y en el recuerdo lejano va quedando aquel gesto disimulado de descontento, que al menos yo lucía seguro, como de «mascar mierda», al ver pasar una feria por delante. Como si eso no tuviera relación alguna con parte de un catálogo que estás creando por y para la ciudad de Cádiz.
Ahora se puede decir que hacemos cosas de editores en la feria del libro de Cádiz. Y no tenemos por qué llevarnos un paquete de pipas saladas para sentarnos a mirar con pena cómo todos los demás participan activamente en la feria.
Algo ha cambiado y sé que se ha arreglado algo que llevaba roto dentro de mí desde hacía cinco años. Como decía, la feria es psicológica y todo eso. Algo ha cambiado y estoy seguro de que pase lo que pase y estemos donde estemos, ya no volverá a romperse.
Puede que sea cierto eso de que el tiempo lo cura todo. Pero también es verdad que hay personas que ayudan en el proceso y quizá las estemos encontrando en este apasionante viaje en busca de esos libros perdidos que no dejaremos escapar.