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Sánchez se fuma la prensa
El presidente cree que puede controlar fácilmente la opinión mangoneando el consejo de Prisa y las cúpulas de la SER y TVE
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Pedro Sánchez dice que está saliendo tanta gente prohibida en la COPE y en la prensa madrileña que no hay que dejársela leer a los españoles y el protagonista del 'wanted' esta semana es Carlos Herrera. Quiere que los periodistas se dediquen a hablar de ... los patos del estanque del Retiro. Es duro ser político en España, porque el político aquí es fuertemente odiado o amado, con una violencia dialéctica, opinante, de la que Sánchez quiere el poder monopolista tras controlar TVE, 'El País' y la SER. Alguien debería explicar que estos son los del puro y las terminales mediáticas, y que un día van a secuestrar el ¡Hola! por secuestrar algo, ya puestos.
Lo que Sánchez pretende es que informen cuatro listos de su órbita y esos cuatro mangoneen la opinión del país. Quiere fumarse toda la prensa y ya olemos el humillo desde la Moncloa. Los maquiavelos desde el búnker amurallado sugieren que es mejor que todo esté bien opinado, y mientras uno le regala globos para tenerlo distraído, otro le relata lo que han dicho las emisoras de su radio. No han entendido que el español es un animal opinante de por sí, opina sobre todo lo que pueda, y si no sabe opina igualmente, a la contra. Cuenta Agustín de Foxá en Madrid, de corte a checa, que Alfonso XIII, incapaz de revertir la marea de la opinión y ya con el advenimiento de la República, se despide de sus familiares en Madrid. «¡Viva el Rey!» le grita un comandante. «No –corrigió don Alfonso–. ¡Viva España!». Una elegante forma de aceptar el veredicto de la opinión española.
Hace siete meses caía Casado y la derecha acudió a la sede de Génova 13 con mariachis, porque el pueblo madrileño es creativo y se toma la política con humor. Los mariachis y una corona funeraria demostraban que todo el talento opinante está concentrado en esta ciudad. Menudos somos los madrileños. Después pasó lo de Macarena, que ofrecía durezas de magnolia aún apretada por el ceñido de los vestidos flamencos, se fue de peregrinaje y no veía que se había separado de la prensa, del cariño de la opinión, con sus trapisondas. A la luz cruda de Madrid, en las terrazas se la criticaba con desdén, y hasta había algunos que juraban que la habían visto vendiendo romero en la puerta del Retiro. De Prada la dedicó un romance de despedida.
Dinámicos, nuestros políticos transitan un día aupados por las multitudes y al siguiente deambulan por las calles solitarios, arrojados del Paraíso. El presidente quiere evitar acabar así, cree que puede controlar fácilmente la opinión mangoneando el consejo de Prisa y las cúpulas de la SER y TVE. Quitan y ponen, llaman, ahuyentan, nombran y deponen. O sea, que estamos en plena corrupción mediática y nadie vela por la buena facha y fachada de la Democracia. Sánchez señala a la COPE y la prensa madrileña, todos hacen la vista gorda y nadie conoce a los señores que se fuman 'El País' mientras dictan el editorial cada mañana.
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