OPINIÓN
Una cierta esperanza
Las guerras paran una vez que se logra encontrar al perdedor, o una escasa y suficiente estabilidad como descanso, que haga tomar fuerzas para el siguiente combate
A todo se acostumbra uno, a medida que se hacen asiduos la cruel noticia y el nefasto suceso. La conciencia humana, -será su evolución-, es capaz de asumir inexorablemente cualquier daño, sedándose de su dura realidad. Es el resultado de nuestra inmunidad biológica que nos ... abduce, produciendo una inconsciente e involuntaria autodefensa. Los desarrollos de nuestra naturaleza van hacia ese destino. No soy biólogo ni médico, pero creo que los sistemas que hacen sobrevivir a la especie, están basados en la producción de internos baluartes, sean glóbulos blancos, sistema linfático, enzimas, hormonas, etc., en forma de millardos de soldaditos. Ellos son los que nos prolongan la existencia, sin que nosotros podamos hacer el menor movimiento voluntario para ello, tan solo pequeños ajustes externos.
Llevamos muchos meses sufriendo las terribles noticias sobre las guerras de Ucrania y de Gaza. Como películas virtuales, de tanto verlas, se nos difuminan. Igual que otras muchas injusticias que suceden en nuestro maravilloso pero injusto mundo. El ser humano como dije antes, es capaz de olvidar la cruenta realidad como cloroformo de la propia existencia. Son tantos muertos, tantos heridos, tantos inocentes caídos sin saber por qué en el sitio indebido, que expresar aquí la esperanza de que acabe esta pesadilla, no es sino un lavado de conciencia, parecido a una perseguida impotencia.
Vienen posibles aminoramientos de la desvergüenza destructiva en ambos casos. Acuerdos de la ONU, G7 o Suiza sobre planes de paz, posiblemente antes en Gaza que en Kiev. El genocidio en carnes palestinas y ucranianas se vuelve contra los mismos actuantes. Llega el momento para que el poderoso de los juegos unidos y el dolido reino de Judá, cedan y paren tan injusto y cruel conflicto. En Ucrania, la antigua Rusia, -que contradicción-, la guerra sigue un desgaste intemporal entre los dos grandes mundos de occidente. La poderosa historia de los zafios herederos de los zares y de los imperios. China se frota las manos. Un continuo consumo de armamento que es el guion para justificar el acaparamiento de economías insufriblemente confusas, pero sibilinamente mortales. Un juego de impunes y perversos equilibrios.
Los tiempos han llenado la humanidad de injustos descastes. Prevalecer es tener la batuta del cotarro, no solo por las inmunidades de la naturaleza humana, sino porque posiblemente es el funesto destino de nuestra especie: ganar a otros para sobrevivir. Hechos duramente reales, para poseer territorios y asegurar la vida siguiente.
Las guerras paran una vez que se logra encontrar al perdedor, o una escasa y suficiente estabilidad como descanso, que haga tomar fuerzas para el siguiente combate. No sé si los israelitas pararan la guerra definitivamente y conseguirán intercambiar los rehenes que les queden vivos. Lo que sí sé es que la deuda de los 40.000 muertos que se alcancen, se podrá disculpar en breve, pero no se olvidará nunca y serán la mecha futura entre los dos estados. En el caso de Ucrania, una contienda que puede ser explosiva, también depende de que un día se encuentren los caudales de negociación necesarios, para volver a ordenar las fronteras con sus gases, petróleos y trigos.
Mientras, seamos conscientes que todo lo que ocurre, no es sino la expresión evidente de nosotros mismos. Dependiendo de quienes posean nuestras claras lucideces o nuestras impresentables maldades, en los momentos clave, así nos irá. Mientras nos queda la esperanza, la otra parte necesaria y obligada para seguir viviendo. Salud.
Ver comentarios