TRIBUNA LIBRE
25 años de la muerte de Lilí Álvarez, 'The Senorita'
La tenista que conquistó Londres perdiendo tres veces en Wimbledon (Roma, 1905 – Madrid, 1998)
Elia María González–Álvarez nació en 1905 en el lujoso hotel Flora de Roma, donde sus padres se hallaban circunstancialmente de viaje. Vivió su infancia en Suiza y desde los dieciocho años en la costa Azul, practicando ya a muy temprana edad con destacado éxito equitación, automovilismo, patinaje sobre hielo, esquí y tenis.
En 1919 y con apenas catorce años ganó en Ginebra su primer campeonato de tenis. En 1921 logra la medalla de oro de patinaje sobre hielo en el Campeonato Internacional de Saint Moritz. Tres años después se convertiría en la primera deportista española en participar en unos Juegos Olímpicos, los de París, en esta ocasión en la disciplina de tenis haciendo pareja de dobles con Rosa Torras. Finalizando esa década, esta versátil y polifacética deportista aun tuvo tiempo y capacidad para ganar el Campeonato de Cataluña de automovilismo imponiéndose a todos sus adversarios masculinos al volante de un Peugeot.
A partir de entonces y sin abandonar las otras disciplinas deportivas, optó por centrarse prioritariamente en la práctica del tenis, llegando a ser campeona de España en repetidas ocasiones, acumulando victorias en los campeonatos de tierra batida de Montecarlo, Cannes y Niza y llegando en Roland Garros a la semifinal individual y a la final de dobles mixtos, lo que le granjeó reconocimiento internacional.
Alcanzando la cima de su carrera, jugó la final de Wimbledon en 1926, 1927 y 1928. Perdió las tres finales, pero su solidez física, agilidad de movimientos, demoledor drive, gesto de concentración en la pista, expresiva sonrisa fuera de ella, marcada personalidad y ese estilismo rupturista con chaleco rojo sobre la camisa de hilo, pelo cortado a lo garçon ceñido con un ancho pañuelo a modo de turbante y novedosa falda–pantalón diseñada para ella por la modista italiana Elsa Schiaparelli la convirtieron en el ídolo de la afición y la prensa londinense, que la bautizaron cariñosamente 'The Senorita'.
A tal extremo fue así que en la final de 1926, en la que tras una meritoria remontada estuvo a tan solo un punto y un juego de la victoria, el púbico de la pista central londinense se decantó por ella animándola unánimemente a pesar de estar enfrentándose a la inglesa Kathleen Kitty Mac Kane.
En la final de las dos siguientes ediciones fue derrotada por la invencible estadounidense Hellen Willis, considerada la numero uno de aquellos años y una de las mejores tenistas de todos los tiempos, aunque para entonces y sin necesidad de alzar la copa de campeona, 'The Senorita' era ya en el corazón de todos los aficionados londinenses la adorada reina de Wimbledon por el indiscutible y valiente atractivo de su manera de jugar, de mostrarse y de ser.
Un año después Lilí se desquitó ganando en París el prestigioso campeonato de Roland Garros en la categoría de dobles junto a la holandesa Kea Bouman y tras ello muchos otros nacionales e internacionales como el prestigioso de Roma, hasta completar al final de su trayectoria un brillante palmarés con treinta y nueve torneos individuales, diecinueve dobles y veintiún mixtos, a los que hay que sumar otros de patinaje sobre hielo y esquí alpino.
Pero la arrolladora personalidad de Lilí Álvarez no se desplegaba únicamente en las pistas y competiciones deportivas. Se cuenta que en una recepción oficial le presentaron al anciano y laureado mariscal francés Ferdinand Foch, héroe de la Primera Guerra Mundial. A manera de saludo y con intención galante Foch le dijo: «Señorita Álvarez, nunca me atrevería a retarle a un partido de tenis», a lo que ella respondió con su habitual desparpajo: «No se avergüence por ello, mariscal, yo tampoco le declararía a usted nunca la guerra».
Desde principios de los años treinta la inquieta y polifacética Lilí comenzó a simultanear la práctica deportiva de élite con el ejercicio del periodismo, iniciándose en esta nueva actividad en el Daily Mail londinense como articulista de temática feministas y cronista de la vida política española durante la recién iniciada Segunda República.
Esa década se cerraba tristemente para Lilí con la pérdida de su hijo y la posterior ruptura de su brevísimo matrimonio con el diplomático francés conde de Valdéne. Pero el infortunio no pudo doblegar el carácter de la tenista que en 1941 se instaló definitivamente en España, donde continuó ganando campeonatos nacionales de tenis y esquí.
Tras lograr un nuevo Campeonato de España fue expulsada de la Federación Española de Esquí por sus desinhibidas y durísimas críticas ante lo que consideraba un trato machista y discriminatorio a las esquiadoras en una competición nacional celebrada en la estación pirenaica de Candanchú. Poco después los directivos de la Federación tomaron conciencia de la impopularidad de la medida adoptada y decidieron readmitirla pero, al no mediar disculpas ni rectificación pública, la insumisa Lilí no aceptó ni, por tanto, volvió a participar en competiciones de esquí bajo la cobertura organizativa de la Federación Española.
Avanzada la década de los cuarenta fue retirándose paulatinamente de la alta competición, aunque continuó practicando tenis, esquí y otros deportes como simple aficionada durante muchos años y hasta muy avanzada edad.
Volvió varios años como espectadora al campeonato de Wimbledon, unas veces invitada por la organización y otras en calidad de cronista colaboradora de diversos medios de comunicación. Y allí continuó recibiendo siempre las mismas muestras de afecto y admiración de los aficionados londinenses, incluso de los más jóvenes que no la habían visto jugar, pero para los que 'The Senorita' era toda una leyenda viva del tenis.
Mientras tanto, Lilí acrecentó su actividad como escritora publicando crónicas de la Copa Davis y artículos de temática feminista, religiosa y deportiva en Blanco y Negro, La Vanguardia, ABC, Cuadernos para el Diálogo (promovido por Joaquín Ruiz-Giménez) y en algunos periódicos extranjeros como el argentino La Nación. Escribió quince libros y mantuvo amistad y una intensa relación con personajes de la talla de Carmen Laforet y Guillermo Rovisora, fundador y líder de la HOAC. Participó con una ponencia en el Congreso Femenino Hispanoamericano de 1951 y en 1960 formó parte del grupo de cofundadoras del Seminario de Estudios Sociológicos Sobre la Mujer (SESM) dirigido por la intelectual María Laffitte.
Tras ello y ya a una avanzada edad fue recibiendo los reconocimientos y galardones nacionales que tanto se le habían negado en el pasado. Pero, como ella misma afirmó, la mayor satisfacción de sus últimos años de vida fue ver poco antes de fallecer a la joven española Conchita Martínez vencer por fin en Wimbledon en 1994, esa catedral mundial del tenis que la espléndida e inimitable Lilí Álvarez ya había conquistado setenta años antes y para siempre con sus tres sucesivas derrotas. Ninguna otra ha podido decir lo mismo.