tribuna abierta
En el patio de la cárcel...
Por muy graves que sean las agresiones sexuales su castigo no puede estar al margen de las garantías procesales del Estado de Derecho, en especial de la prueba
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EN el patio de la cárcel muy probablemente van a coincidir tres internos que, habiendo realizado los mismos hechos de agresión sexual en un espacio de tiempo muy próximo, han sido o van a ser condenados con penas de prisión sustancialmente distintas. La imagen de ... la Justicia penal, empeñada en dar una solución razonablemente justa al conflicto social generado por estas personas y su esfuerzo por pacificar y ayudar al funcionamiento de nuestra sociedad se ve gravemente convulsionada y la opinión pública siente, con razón, que resulta, deslegitimada y desautorizada por arbitraria y oportunista.
La anterior reflexión debiera ser una de las mas graves en el análisis de lo sucedido con la mal llamada ley del sí es sí, aunque este argumento apenas es esgrimido por los responsables políticos de este despropósito jurídico. Y es que los partidos de izquierdas se han manejado, tradicionalmente, muy mal con la idea de una administración de justicia democrática. O han defendido en los Estados democráticos de Derecho una arcadia socialista feliz en la que los hombres se vuelven santos y el Derecho penal decae por innecesario o, cuando han llegado al poder, se han plegado a una realidad de justicia totalitaria, experimentada en los modelos soviéticos y chinos.
Es políticamente necesario y saludable denunciar las contradicciones de los «discursos de la izquierda», porque sin ellos es difícil de entender los sucedido. Desde el pensamiento jurídico de izquierdas vivimos unos momentos de expansión punitivista y no se cansan de denunciarlo con slogans como «populismo punitivo», «tolerancia cero», «derecho penal de enemigo», etc. Todas estas etiquetas las puede encontrar el lector profusamente empleadas en la literatura especializada para significar que el sistema capitalista, incapaz de resolver las desigualdades sociales de otra forma, tiene que acudir a la violencia del castigo.
Consecuente con este pensamiento central su ley del sí es sí no es una ley equivocada, todo lo contrario, con ella se trata de poner frenos a las referida tendencia expansionista del Derecho penal. Pero aquí comienzan las contradicciones bochornosas. Resulta que la opinión pública no participa de esa misma sensibilidad y ha desencadenado un tsunami crítico con posibilidades de que se traduzca en una derrota electoral. Y este argumento si que es importante. Ni la desautorización de la Justicia, ni las víctimas y sus derechos, ni la prevención frente a estos delitos, ni los datos estadísticos que reflejan un preocupante crecimiento de esta delincuencia tienen fuerza argumental suficiente frente a la perdida de unas elecciones. Como única respuesta los españoles hemos visto en las televisiones una imagen del Presidente de Gobierno, en un primer plano y con voz quebrada, teatralizando el acto de confesión religiosa en un confesionario, pidiendo perdón al país. ¿Y, nada más? No, señor presidente, la clemencia sirve para el pecado personal, pero no para el pecado político.
Enmendar las cosas en un Derecho democrático, diseñado para evitar su instrumentalización política, no es fácil. Se ha optado por la solución mas electoralista: generar una tercera alternativa -subir las penas (en el caso de Podemos, incluso, mas de como estaban al principio)-, pero jurídicamente más compleja. Es inevitable que cause perplejidad porque con esta solución se pliegan y alimentan lo que han criticado hasta la saciedad, un sistema penal diseñado por las pulsaciones de la opinión pública.
No acaban ahí las contradicciones de estas reformas enmendadoras que se proponen desde el Gobierno. Por una parte, porque su propuesta de degradar en estos delitos sexuales el empleo de la violencia a una mera circunstancia agravante, sencillamente, sigue siendo incomprensible, porque no se puede degradar a circunstancia agravante la penetración respecto de los tocamientos, ni la violencia respecto del engaño. De prosperar esta propuesta no sólo se producirán destacadas consecuencias técnicas en el futuro, sino que se rompe con la lógica de nuestro Derecho penal, comprometido con la defensa de la vida y la integridad de las personas frente a los actos violentos por encima de todo. En consecuencia, a lo largo del Código vemos nominalmente diferenciado el empleo de aquella. El mejor ejemplo nos lo da el tratamiento del hurto -sustracción sin violencia- y robo -sustracción violenta-. Por otra parte, vemos a una izquierda que termina haciendo una defensa de la mujer similar a la que hacia el franquismo en su visión hiperprotectora y paternalista de las políticas de genero. Por muy graves que sean las agresiones sexuales su castigo no puede estar al margen de las garantías procesales del Estado de Derecho, en especial de la prueba. Si bastara para castigar la mera declaración de la persona agredida, estaríamos convirtiendo a las víctimas en jueces y esto es inasumible, incluso, desde el respeto que merecen aquellas como personas.
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