LA TRIBU
Pasiones
Se gana una final del Open de Tenis de Madrid y no pasa nada raro, ni meadas, ni borrachera, ni peleas, ni escándalo público
Ocurre siempre, siempre. Una final de copa, un partido entre eternos rivales, un partido de cierta importancia en la clasificación o simplemente un partido contra el rival que sea. La suciedad, el mearse -y otras urgencias- en cualquier sitio, el improvisado botellón, los excesos, la ... provocación, la violencia, el vandalismo… Un solar —o un parque, o una plaza, o una calle— donde queda la huella de los energúmenos incapaces de vivir en paz. Hace unos días, en Sevilla, con ocasión de la final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Osasuna —sálvese quien pueda—, por si no teníamos bastante con los nativos, nos llegó de fuera el perfil violento de peleas, sillas voladoras, botellas… Odio, deseos de destruir al otro, y unas camisetas que sirven de uniforme y un ataque de infantería. ¿Es la pasión del fútbol? Pues esa pasión está tan mal entendida como la que argumentan violadores y maltratadores. Ya es triste tener que aguantar, y tener que verlo, que la policía vaya custodiando a los seguidores de un equipo, que así van ellos, los seguidores, que se creen una legión romana que va a enfrentarse al enemigo en una batalla campal. ¿Eso es pasión? Pues si es pasión, prefiero vivir desapasionadamente.
Hay otras pasiones, mejor entendidas, mejor llevadas. Pasiones que, como la amada del beso en el soneto hernandiano, está «…vigilando mi boca ¡con qué cuido! / para que no se vicie y se desmande.» Así parecen vigilarnos dos pasiones muy cercanas como son los toros y el tenis. El maestro Curro Romero dijo que el público que más le gustaba era el del tenis. Sentencia de quien sabe que torear requiere de silencios y de atención. Pero es que, visto lo visto con el fútbol, el público de las plazas de toros también es deseable. La gente puede salir toreando de la plaza, si ha sido una corrida excepcional, y se va a sus bares, a su charla, a celebrarlo. Y así, en el tenis. No he visto peleas, ni concentraciones violentas, ni grupos meándose por las calles, ni enfrentamientos entre partidarios de un torero y de otro, o de un tenista y de otro. Si apasiona un partido de fútbol, ¿cuánto puede apasionar una tarde de dos orejas y rabo y Puerta del Príncipe? Si nos eleva el ánimo ganar una eliminatoria de Copa del Rey, de liga o de competición europea, ¿cuánto nos lo puede elevar una final de tenis donde está en juego el número uno del mundo? Pues se cortan dos orejas y rabo y se sale por la Puerta del Príncipe; se gana una final del Open de Tenis de Madrid y no pasa nada raro, ni meadas, ni borrachera, ni peleas, ni escándalo público. Por todo esto, puestos a escoger pasión, quizá lo mejor sea elegir entre el tenis y los toros. Nos sale más barato, además.
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