LA TRIBU
Freno
No conformes con el invento de progenitor no gestante, al padre ahora no lo quieren ni así
Cuando oigo tanto despropósito en las voces que se consideran el principio del mundo; cuando oigo tanto nombre disparatado, tanta pobreza en los improvisados baptisterios de los insoportables, me acuerdo del soneto de Miguel Hernández por el primer beso a Josefina, y le dice a ... la amada: «…El fantasma del beso delincuente / el pómulo te tiene perseguido, / cada vez más potente, negro y grande. / Y sin dormir estás, celosamente, / vigilando mi boca ¡con qué cuido! / para que no se vicie y se desmande». Me acuerdo del soneto, de su final, principalmente, porque es lo que procede hacer, poner freno a tanta mediocridad. Tenemos que estar vigilando otras bocas, para que no se vicien y se desmanden. Y como ya evitarlo es imposible, lo que tenemos que hacer es arreglar la lengua, doblarla hacia atrás, reprenderla, corregirla.
No conformes con el invento de progenitor no gestante, al padre ahora no lo quieren ni así. Lo están queriendo rebajar tanto que, en voz de una profesora, en Jerez, quieren llamarlo 'personas especiales', o sea, una cosa así como llamarle a la leche alimento blanco. Es verdad que, como infantería de la indiferencia, nos damos a sacar chistes al respecto, a reírnos de todas estas barbaridades que con tal de no llamarle al pan pan y al vino vino, se enredan en pamplinas de todo a veinte céntimos porque se creen que la gran revolución está en los nombres. Pero no estaría mal que entre bromas y risas nos detuviéramos a pensar en el peligro creciente que asoma ya la cabeza y parte del cuerpo por encima de las tapias de la idiotez aplaudida por la tribuna de la estulticia. Ojo. Como no pongamos freno, la risa puede salirnos cara. Creo que es momento de pasar de la risa a la acción, de no acobardarnos en la tibieza del no querer señalarnos, de escondernos, para que no nos descalifiquen, en la supuestamente elegante cobardía del gesto impermeable. Creo que se impone, porque es hora, defender el sentido común frente a tanto lenguaje que no tiene un pase, frente a lenguas desmandadas que van de la estupidez a lo que creen modernidad y no es sino una penosa manera de no decir nada. Gesto garambainas, chuminadas de improvisaciones propias del insomnio y otras sandeces al uso, merecen no sólo nuestro rechazo, sino el taque, en serio, de todos nosotros, de la gente de bien -sí, he dicho gente de bien- que tiene que evitar estos estropicios, si no quiere morir de un empobrecimiento de lengua. ¿Progenitor no gestante? ¿Persona especial? Para mandarlos a tomar viento, a ver si se despejan. Freno, urge freno, doble rienda, bocado y serreta, y espuelas, si precisas fueran. Que, puestos a pedir, lo que se me ocurre es exigir la celebración del Día De Los Que Estamos Hasta los Mismísimos.
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