opinión

A la luz de las velas

«Nos da pánico revisar el recibo de la luz y tememos encender el horno para cocinar una dorada»

Hace pocos días hemos cambiado el horario de verano por el de invierno. La noche del pasado sábado tuvimos que alterar nuestro ritmo circadiano y después de atrasar sesenta minutos nuestros relojes disfrutamos de la noche más larga del año. Aunque parezca una perogrullada, todavía ... estamos pagando las consecuencias. Por las noches empezamos a tener sueño una hora antes de lo habitual y por las mañanas nos despertamos, sin querer también más temprano. Poco a poco iremos habituándonos al cambio y nuestro reloj interno, influido sin duda por la luz, se amoldara al nuevo ritmo. Yo, que quieren que les diga, soy más del horario de verano. Prefiero mil veces levantarme sin luz y tener un final de día más luminoso que levantarme con el sol fuera pero encender las luces a las cinco de la tarde. Este horario de invierno me entristece.

No sé si realmente estos cambios se traducen en un ahorro energético importante. Hay muchos técnicos en la materia que lo ponen en duda. Discrepan que estas medidas sean realmente rentables y no justifican el trastorno que se produce a la población mundial estos cambios horarios. Recuerdo que el año pasado se promulgó que sería la última vez que esto se iba a realizar e incluso se efectuaron consultas a la población general para ver que horario preferían. Yo por supuesto voté que no se cambiara más y que siguiéramos disfrutando siempre del horario veraniego. De nuevo, nuestros dirigentes han hecho lo que les ha venido en gana y han olvidado sus propuestas. Tendremos que seguir con los cambios de hora, que le vamos a hacer.

En otro orden de cosas hemos entrado en el mes de Noviembre y como cada año, después de un día de Todos los Santos repartido entre nuestra tradición y la anglosajona ya estamos disfrutando de las castañas, las nueces y todas las frutas otoñales. Sin darnos cuenta se nos va terminando el año e incluso ya, cada vez más pronto, comienzan los preparativos de la Navidad. Dentro de pocos días hay ciudades que van a proceder al encendido de las iluminaciones extraordinarias, todo un disparate la verdad. Entiendo que se debe estimular a la población para que consuma y así mover la economía. Pero ¿cómo se va a conseguir si todo está disparado y los precios están cada vez más desorbitados? En los noticiarios de cualquier cadena de televisión no paran de repetir que el IPC está cada vez peor, que la luz está para vivir a obscuras y que los precios de la alimentación están para que practiquemos un eterno ramadán.

Diariamente nos bombardean con las oscilaciones del precio de los kilovatios y ya no sabemos qué hacer. Nos da pánico revisar el recibo de la luz y tememos encender el horno para cocinar una dorada. La luz, algo que teníamos asumido como un producto de primera necesidad, se está convirtiendo en uno de nuestros mayores enemigos. En estas fiestas que se avecinan y si nada lo remedia al cambio horario vamos a tener que añadir un apagón extraordinario, celebraremos la Navidad a la luz de las velas.

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