OPINIÓN
Tranquilidad institucional
Estamos ya hasta el gorro de tanta campaña y aunque cada vez que nos llamen a unos comicios acudamos a las urnas, estamos ya un poco hasta el moño de todo esto
Desde hace unos días el termómetro ha comenzado a registrar valores propios de la temporada que nos llega. Las temperaturas, después de unas semanas de un implacable «poniente largo», han comenzado a subir. Se han abierto los armarios y hemos cambiado sus contenidos por la ... ropa de verano. En breve las playas empezarán a llenarse de bañistas y nuestra piel se tornará del moreno típico de esta estación. Como cada año, llega el verano.
Pero mientras la meteorología nos acerca indefectiblemente a este cambio de estación, la temperatura política no deja de subir, al contrario, hierve y está casi a punto de ebullición. Después de unas elecciones autonómicas en Galicia, País Vasco y Cataluña, se avecinan unas largas jornadas de desenfrenada campaña para afrontar el próximo día 9 las del Consejo Europeo.
No salimos de una cuando, sin comerlo ni beberlo, nos metemos en otra. Estamos ya hasta el gorro de tanta campaña y aunque cada vez que nos llamen a unos comicios acudamos a las urnas, estamos ya un poco hasta el moño de todo esto. Hemos oído en numerosas ocasiones que en nuestro sistema democrático, el pueblo es soberano y que el poder reside en las urnas. Después de los últimos tiempos vividos, siento no estar de acuerdo con estas afirmaciones. Los dirigentes actuales se han reído de todos nosotros por activa y por pasiva. Están haciendo de su capa un sayo. Los resultados de las urnas, en las últimas elecciones generales, dictaminaron claramente que los dos partidos mayoritarios propiciaran una legislatura de consenso. Con casi el 80% de los votos, el pueblo quería un gobierno que nos sobrepusiera a los recientes altercados nacionalistas vividos en 2017. Pues no, la interpretación que se ha hecho de estos resultados ha propiciado una legislatura incierta, atípica y que actualmente no podemos ni imaginar como terminará. Ayer sin ir más lejos, se ha aprobado la Ley de Amnistía que culmina una larga lista de concesiones a los que favorecieron un flagrante atentado a nuestra Constitución. Cada día nos sorprenden nuevos acontecimientos que nos llenan de inquietud: el posible enjuiciamiento de la esposa del presiente del gobierno, los enfrentamientos diplomáticos con Argentina e Israel, los posicionamientos ante el conflicto Rusia-Ucrania etc.
Como decía Santa Teresa «vivo sin vivir en mi» creámoslo o no, esta política al más alto nivel al final en quien de verdad repercute es en la ciudadanía, en nuestro día a día. No sabemos cómo va a terminar todo pero nos intranquiliza ver como los enfrentamientos son cada vez mayores. Oímos descalificaciones cada vez más barriobajeras y hasta desde el banco azul del Congreso, la vicepresidenta segunda el pasado miércoles ha mandado a todos a la mierda.
Nos quedan días de gran incertidumbre. No sabemos cuál va a ser el resultado de esta próximo consulta y mucho me temo que de poco va a servir para reconducir la deriva actual. Volveremos a las urnas, por supuesto, y lo que realmente exigimos a nuestros dirigentes es que recapaciten, se avengan a lo que de verdad esperamos de ellos. Que nos ofrezcan tranquilidad institucional y se preocupen de nuestros auténticos problemas.