OPINIÓN
Para lo que sirve...
Desgraciadamente mis deseos no se han cumplido y según vemos, después de esta nueva consulta, parece que se ha agravado aún más
Pedía en mi última columna de opinión que, después de una cadena casi interminable de votaciones, se instaurara ya una etapa tranquilidad institucional. Que terminaran los dimes y diretes y, de una vez por todas, nuestros políticos se preocupen por solucionar nuestros verdaderos problemas.
... Desgraciadamente mis deseos no se han cumplido y según vemos, después de esta nueva consulta, parece que se ha agravado aún más. Da autentico miedo oír los improperios que se lanzan unos a otros, sirva como ejemplo la última sesión de control al gobierno del pasado miércoles. Los exabruptos, los comentarios extemporáneos y los gestos de odio de una bancada a otra dan mucho que pensar. En un sistema democrático, como el que aún y no sé por cuanto tiempo disfrutamos, el respeto y la diversidad de opiniones deberían imperar, sobre todo en las cámaras de nuestros representantes. Mal ejemplo es el que dan nuestros diputados y senadores a las próximas generaciones con estos comportamientos.
Pienso, aunque puedo estar equivocado, que la deriva que ha tomado la clase política no es la más apropiada. Todos teníamos entendido que la democracia era la forma más adecuada para el gobierno y el progreso de las naciones. La participación de los ciudadanos a través de las urnas garantizaba que el pueblo con sus votos refrendaba o corregía los aciertos o errores de los gobernantes. Nuestra Carta Magna, la aún vigente de 1978, en el artículo 1 apartado 1 de su título preliminar determina que «España se constituye en un estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justica, la igualdad y el pluralismo político» y en el apartado 2 del mimo artículo «La soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado». Pues bien, estos principios que son los primeros y más importantes de nuestra Constitución son actualmente manipulados y puestos en entredicho por nuestros dirigentes un día si y el otro también. Maniobran a su antojo estos textos y lo que es peor, hacen una interpretación torticera de los resultados de las urnas. Un día sí y otro también atraviesan líneas rojas, que ellos mismos trazaron según su conveniencia creando un clima de hostilidad y descontento nunca visto hasta ahora.
Sé que mi opinión no va a servir para nada pero, ya que tengo la posibilidad de plasmarla en estas líneas, expreso mi desencanto por la deriva que en todos los aspectos están tomando nuestros dirigentes. Incluyo aquí a todos sin excepción. Cuando participamos en el juego democrático acercándonos a las urnas cada vez que nos convocan, lo hacemos con la esperanza de colaborar con nuestro sistema. Al comprobar una y otra vez como manipulan nuestros votos, es lógico que cada día aumente más el número de abstencionistas. Durante más de cuarenta años sufrimos ante la imposibilidad de manifestar nuestras opiniones a causa del régimen que nos lo impedía. Ahora, con estos ejemplos, estamos creando una sociedad llena de pasotismo y que prefiere ir a la playa o quedarse en casa en lugar de participar en las votaciones. Total ¿para lo que sirve?