Sálvese quien pueda
El otoño y el invierno se nos presentan fríos, no en lo meteorológico pero si en nuestras carnes
Uno de los atractivos transturísticos de pasear en verano por Cádiz podría ser encontrarte al atardecer a ministras y ministros, a consejeras y consejeros. Los responsables de Cultura no darían crédito a tanta historia trimilenaria a pie de calle, a tanta comunicación verbal y de ... giros transoceánicos dignos del mejor realismo mágico.
Los de la rama sanitaria se relajarían ante tanto buen vivir con lo justo, incluso menos. Los adscritos a las responsabilidades tributarias pasarían desapercibidos intentando detectar en sus comercios y bares a ese preciado objeto del deseo recaudatorio más transversal que es el IVA (Intente Verlos Aquí). Pero sin lugar a dudas los que más presencia tendrían en nuestra ciudad serían los vinculados a la cartera de Economía. Lo mismo los podríamos ver los primeros intentando pagar el alquiler de sus escuetas viviendas, que en la cola de una entidad bancaria para cumplir religiosamente con sus pagos de suministros de agua, luz y gas.
A veces incluso soportarían un madrugón y esperarían para poder empeñar algunos de los tesoros más preciados de sus familias, con el compromiso de recuperarlos a las primeras de cambio. No figurarían como subsidiarios de ninguna ayuda con cargo a los Fondos Next Generation, pero por lo menos insistirían en reunir los requisitos para un Salario Mínimo Interprofesional digno y justo en cantidad y en horas de trabajo. Después de un verano «espectacular» en todos los aspectos se nos brinda un otoño de incertidumbres. El miedo, a haber vivido la última canícula digna de ser disfrutada, se nos presenta seguido de un tiempo de desamparo. La bronca política no será noticia. Es la norma, de una clase dirigente indigna de sus ciudadanos.
Toda ella, al estar pendiente de su inminente rédito electoral, intenta secuestrar las voluntades de la población. A las puertas de un tremendo y vertiginoso año electoral todos toman posiciones. La oposición, alentada por las encuestas, permanece agazapada y con toda su artillería impoluta, sin haber sufrido desgaste alguno, ni vírico, ni energético, ni bélico. El no tener que tomar decisiones trascendentales te posiciona de manera impecable en la casilla de salida, sin manchas ni arrugas. La ciudadanía se está acostumbrando a desayunar cada mañana con noticias que nos abren las carnes y nos cierran el futuro. El desorbitado precio de la energía con la que se especula en beneficio de los poderosos.
Los datos de la inflación nos recuerdan cada vez más a los países del Cono Sur, acostumbrados a corralitos y a desabastecimientos. Las autoridades financieras argumentan que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, que parte de la responsabilidad de todo este desastre debe ser compartida desde una posición individual. Como si estirar un sueldo mísero o una pensión escueta fueran los paradigmas del derroche. El otoño y el invierno se nos presentan fríos, no en lo meteorológico pero si en nuestras carnes. La escritora rumana Herta Müller, Premio Nobel de Literatura, describe, en su libro 'Hambre y seda', como la imagen de la necesidad está por todos lados. En la vuelta al colegio, en los salarios, en la cesta de la compra, en las colas de personas necesitadas, en nuestras miradas.
Está demostrado: «De aquí nadie sale vivo».