OPINIÓN

Pesadillas

Soñé que la solución habitacional que me habían ofrecido por más de las tres cuartas partes de mi sueldo

Dicen que las cenas deben ser frugales. «Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo». Aquella noche fue algo extraordinaria. Tal vez la ocasión lo merecía, pero no recuerdo el porqué. La cena fue contundente, en variedad y en cantidad, ... y sobre todo más tarde de lo habitual. Lo supuse desde el principio, el sueño no iba a ser ni conciliador ni reparador. Alguna cruel pesadilla empezaría a rondar mis sueños. No era la primera vez que tenía sueños muy reales donde quería escapar de algo terrorífico y mis piernas no respondía. En más de una ocasión había soñado, con mucho dolor, que se me caían todos los dientes, o que me perdía en páramos yermos y que desesperado gritaba sin que de mi garganta saliera sonido alguno. Pero enseguida intuí que las pesadillas de la noche que me esperaba iban a ser distintas. Entre el sopor y el prolegómeno del sueño pensé que algo terrorífico iba a suceder. Y empezó el calvario de las pesadillas.

Soñé que estaba plácidamente leyendo en el salón de mi casa cuando empezaron a caer cascotes. Era de noche y tras un estruendo ensordecedor la oscuridad se convirtió en un día de luz cegadora. El ruido de las bombas y los impactos de metralla nos obligaron a guarecernos en el rellano. Salimos despavoridos con lo puesto. Al salir pudimos ver como un grupo de varones desalmados pateaban a un joven al grito de ¡Maricón de mierda! Unos sin papeles, por el color de su piel y su aspecto, intentaban auxiliarle, pero temían por su seguridad.

Soñé que, paseando por un frondoso parque, vi como un varón de mediana edad propinaba golpes y profería insultos a una mujer. La gente que pasaba por allí cuchicheaba al oído y en voz baja, pero nadie hacía nada.

Soñé que iba por una calle oscura, y que de repente aparecí en una gran plaza donde una muchedumbre corría aterrorizada, algunos sangraban por heridas, otros gritaban de dolor con miembros amputados, la mayoría con ojos desencajados pedía auxilio sin alzar la voz.

Soñé que estaba a las puertas de un colegio, y veía como un individuo se jactaba ante madres y padres, que allí esperaban a sus hijos, que tenía una orden de alejamiento por violación reiterada de una menor alumna del centro, pero que como no se lo habían notificado podía incumplirla a sus anchas. Algunos padres intentaron lincharlo, pero no se atrevieron.

Soñé que campo baldío, lleno de piedras, había un grupo de niños que jugaban al futbol. Los más pudientes portaban camisetas del Real Madrid y del Barcelona. Todos pateaban el balón con ganas, pero en sus ojos se dejaba ver una mezcla de hambre contenida y de dolor sin lágrimas.

Soñé que viajaba en tren. Sin explicaciones el convoy se paró en medio de la nada. Al abrir la puerta el revisor puede ver como a lo lejos aparecían dos grupos de personas enfurecidas que proferían gritos endemoniados, decían que les asistía el derecho a defender sus ideas sin importarles para nada la de los demás, para eso habían votado.

Soñé que la solución habitacional que me habían ofrecido por más de las tres cuartas partes de mi sueldo, tenía aspecto de ataúd, confortable, pero en el que no me podía dar la vuelta.

Pasó un largo rato, y todo se volvió de color negro puro. Desperté empapado en sudor. No había sido una ristra de pesadillas, simplemente había visto las noticias de la televisión en modo duermevela.

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