OPINIÓN

El partidito

No es lógico que la solución habitacional pase por convertir oficinas y locales comerciales en nuevos pisos

Antonio Ares

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Después de muchos años de pulcro noviazgo era la única alternativa que les quedaba. Sin apenas roce carnal, la única solución habitacional que se les brindaba para iniciar la travesía de esa ansiada familia era alquilar un «partidito». Un reducto de dos habitaciones ubicado en ... una azotea del barrio, con servicios sanitarios y de cocina comunes. Soleado era, pero echaban de menos todo lo demás. Miraban a su alrededor, y los había aún peores. Algunos tenían que conformarse con mal vivir en una «accesoria», bajo con salida a la calle y sin apenas espacio ni servicios. Lo de la vivienda, ese techo bajo el que pasar la vida sin grandes aspiraciones, se ha convertido en un lujo al alcance de muy pocos. Las penurias que pasaron Rodolfo y Petrita, los protagonistas de la película «El Pisito» (1958) de Marco Ferreri, nunca se fueron de nuestra sociedad. Su desesperación por tener un piso donde vivir había llegado a tal extremo que optaron por un matrimonio de conveniencia con tal de poder heredar un alquiler de un contrato antiguo con derechos a subarriendo. Los avances tecnológicos, el frenesí de la vorágine que nos marca el paso, la grandeza económica de los grandes números, no han sido capaces de solucionar el problema de vivir dignamente bajo un techo, ese derecho básico que se convierte en papel mojado cuando la especulación y la pasividad de las administraciones campan a sus anchas. No es lógico que la solución habitacional pase por convertir oficinas y locales comerciales en nuevos pisos, vamos las «accesorias» del siglo XXI. Esta medida puede ser la puntilla definitiva para el pequeño comercio gaditano, donde el cartel de «alquila o vende» es permanente. Mientras tanto, en nuestra ciudad, se quedan desiertos los concursos de vivienda pública y existen solares con destino incierto, y sentencia de seguir baldíos por muchos años. Los pudientes dicen que el Estado no debe intervenir en la vida de los ciudadanos, los necesitados precisan de una intervención urgente. La mayor parte del suelo urbanizable está en manos de las administraciones públicas. La solución sólo es cuestión de una voluntad política sin la especulación como bandera.

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