OPINIÓN
Nour
Los llantos son para las cosas cotidianas, de esas que de tan habituales se vuelven cansinas
Equidistante del Monte de Ararat, donde Noé encalló su Arca después de los cuarenta días del interminable Diluvio Universal, y de la tierra de Moriah, donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a su propio hijo por orden de Yahvé, se encuentran la provincia de ... Kahramanmaras (Turquía) y la ciudad de Alepo (Siria). Aquella zona es muy frecuentada por los Dioses de las religiones monoteísta, pero aquel triste día estaban en otros asuntos.
Todavía no había amanecido, apenas pasaban unos minutos de las cuatro de la madrugada. El sueño profundo albergaba la existencia de mujeres y niños, niñas y hombres… Y la Tierra, como siempre, se vengó en las vidas de los que menos tienen. Fue una sacudida atronadora de apenas un minuto, y todo se vino abajo. La oscuridad más lúgubre se impuso en forma de tiniebla eterna, el silencio se coló entre las pocas alarmas que tardaron poco en ser acalladas, una inmensa nube de polvo terrorífico empezó a invadir lo que quedaba en pie de pequeñas ciudades construidas con atrezos de mala calidad. Aun siendo el paradigma de la paciencia y la sumisión, y de haber sufrido en sus carnes todas las pruebas de dolor y humillación, el mismo Job no daba crédito a tanto drama.
Los círculos de Infierno de Dante fueron colocándose de manera concéntrica sin dejar resquicio alguno para la vida. El Apocalipsis de San Juan el Evangelista daba buena cuenta de la Primera Señal del Fin del Mundo: guerras, pobrezas y terremotos.
Una especie de aurora boreal, nunca antes vista, empezó a los pocos minutos a iluminar la negrura de la destrucción. Y llegó la hora del recuento de las víctimas. Pasaron de decenas a centenares y de pronto a miles. El ascenso es tan atronador que ya se acerca los 50.000 fallecidos, y sin reparos al alza. Debajo de los castillos de naipes construidos con maldad había cadáveres y algunas vidas. La ayuda internacional respondió en tiempo y forma, pero fueron las trabas administrativas de estados fallidos las que hicieron flaquear el sistema. Las malas infraestructuras y las voluntades políticas de la gestión de las ayudas de los estados autárquicos son las verdaderas cortapisas para que no se plasmen los deseos de las gentes de buen corazón. No es cuestión de ayudas, es tener la capacidad de gestionarlas. La frontera entre la necesidad y un auxilio está en querer recibirlo con las manos abiertas.
Sólo con fe y tenacidad se puede revertir la esencia de la naturaleza.
Mariaam acariciaba con mesura el pelo de su hermano Iiaalf. A Nour la rescataron de los escombros, el obsequio para los esforzados fue una sonrisa, ni una lágrima. Cada hora que pasa las posibilidades se reducen, pero la naturaleza es sabia y nunca cede en el intento. Parece que las lágrimas están reñidas con las catástrofes. De los cientos de rescatados, de los escombros al borde de la muerte, de los despechados de lágrimas, de esos que no tenían más que su vida, solo restallan sus rumores de ¡hasta cuándo!. Los llantos son para las cosas cotidianas, de esas que de tan habituales se vuelven cansinas. Para los dolores de verdad solo nos quedará una mirada y un hálito de esperanza y resignación.
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