OPINIÓN
Identidades
Esa multinacionalidad enaltece al deporte en estado puro, sin marcas patrocinadoras ni intereses mediáticos
Después de dos semanas de frenesí olímpico vuelve la rutina a las tardes de las siestas veraniega, con sus series interminables y sus concursos, mas que añejos, pero que han convertido el saber en una pregunta y una respuesta rápida y certera. Como el escenario ... ha sido en el país vecino no ha habido ni que madrugar ni que trasnochar. El fundador de los Juegos Olímpicos (JJ OO) de la era moderna, el barón Pierre de Coubertin dijo que «el olimpismo no es un sistema, es un estado de la mente. Puede extenderse a una amplia variedad de modos de expresión y ninguna raza ni época puede reclamar el monopolio del mismo». En estos Juegos Olímpicos en la Ciudad de La Luz, 10.500 atletas de todo el mundo han soñado con las preseas. Desde la delegación mas numerosa, la de EE UU de América, con 600 participantes hasta de la Tuvalu, en Oceanía, con sólo un representante. 206 países y 32 disciplinas deportivas, con las distintas pruebas de atletismo como idiosincrasia del olimpismo. Aquí las marcas deportivas, los contratos millonarios y la presión mediática de medios de comunicación con intereses oscuros quedan en un segundo plano, sólo el deportista y su marca.
Lo que demostró el atleta estadounidense Jesse Owens en la Olimpiada de Berlín de 1936 a la raza aria de la Alemania nazi se ha vuelto a poner de manifiesto. En velocidad, en resistencia, en deportes de equipo e individuales, se ha visto como la multirracialidad es la esencia de cualquier logro olímpico, y el paradigma de los retos deportivos.
Este año la prueba de maratón femenina ha servido de epílogo a la clausura de los Juegos 2024. La neerlandesa, de origen etíope, Sifan Hassan ha batido el récord olímpico. Su verdadera historia no es sólo la marca conseguida, sino su gesta. Llegó a Países Bajos con 15 años como refugiada procedente de Etiopía. El éxito, en todos sus frentes, suele tener muchos dueños, los fracasos son huérfanos de dueños. Identidad, nacionalidad y triunfo se concitan al unísono cuando la victoria tiene el brillo rutilante del oro. Lejos quedan aquellos que llaman con desesperación a nuestras puertas sin portar ninguna garantía de éxito deslumbrante, y que sólo acuden buscando una vida mejor, sin ninguna marca a sus espaldas que los avale. En estos Juegos ha quedado clara la importancia de la transversalidad de las naciones cuando hay medallas en juego. Esa multinacionalidad enaltece al deporte en estado puro, sin marcas patrocinadoras ni intereses mediáticos. El hombre y la mujer, solos, frente al tiempo y la distancia. El equipo frente al rival con él que se compite. En contraposición a esta identidad nacional que se consigue cuando todo brilla, hay que anteponer la cara oscura de la realidad cotidiana. A las afueras de Paris, en los barrios pobres densamente poblados, por población migrante, existen generaciones de origen africano, que a pesar de ser ciudadanos franceses de pleno derecho no se sienten con identidad gala, al igual que la nación cuna de la Igualité, Fraternité y Liberté tampoco los siente como hijos de su patria.
Existen estudios que demuestran que la multirracialidad en los grandes equipos de futbol disminuye la xenofobia en los estadios.
La otra mirada de los JJ OO de París la ha realizado el periodista Carlos del Amor en su «Diario de un paseante». ¡No se la pierdan!
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