Mi identidad

Ante estos comicios muchos son los que han cambiado la ilusión de la participación por el miedo a unos resultados que nos vuelvan al blanco y negro

Antonio Ares

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Los elementos fijos de cualquier leyenda son el yo como protagonista o espectador, el más allá, como creencia esotérica, y el aquí y ahora, como elementos que nos sitúan en el lugar y aspiran a poner los pies en el suelo. En cuanto al ultramundo es tan insustancial que es difícil atreverse a sentar cátedra. El aquí y ahora son tan próximos y conocidos que nos acercan a la incertidumbre más predecible. Y nos queda el Yo. Ese que nos asemeja y nos pregona a los cuatro vientos nuestra identidad singular y también colectiva.

El destino ha querido que otra vez me encuentre a las puertas de una jornada de reflexión. Esta vez nada de ámbito local, sino de una globalidad que puede hipotecar nuestro futuro en los próximos años. Ya no se trata de asuntos del barrio o de limpieza viaria. La cosa no va de carril bici ni de modelo de ciudad algo más verde. Esto no tiene que ver con el ruido de botellones de juventud ni con terrazas de bares colmatadas que les ganan espacio a los viandantes.

Lo que estamos a punto de decidir entre todos tiene que ver con derechos y libertades. Con la capacidad de poder elegir con quien compartir tu vida, a quien puedes besar en un parque y a quien amar. Con profesar cualquier creencia, por rara que parezca, siempre y cuando se respete a la del prójimo. Con poder abrir las puertas de tu casa a toda aquella persona de buena voluntad, venga de donde venga. Con poder ir por las calles enarbolando con orgullo las banderas que te hacen libre. Con poder ir al teatro y ver obras de nuestro Siglo de Oro sin reparo ni censura. Con poder leer clásicos de la literatura que no asustan a nadie. Con creerte que lo del cambio climático no es una opción sino una amenaza que nos concierne a todos. Con que tal vez estemos a puntos de ver a las últimas mariposas. Con que la crispación entre los agentes sociales nos empobrece a todos. Con que la igualdad de género tiene aún por delante un largo camino. Con que el machismo es vergonzante. Con que lo público es lo que nos hace más grande como país. Con que a menor desigualdad social mayor felicidad compartida.

Ante estos comicios muchos son los que han cambiado la ilusión de la participación por el miedo a unos resultados que nos vuelvan al blanco y negro. La historia es tozuda y se repite. Hay gobiernos que vienen a igualar y otros cuya intención es sólo restringir. Las normas de tráfico de la DGT son bastante claras. ¡Por la derecha nunca se puede adelantar sin correr grave peligro! Para muchos el voto es sólo un ejercicio democrático de vida muy corta del que uno no puede arrepentirse sin un examen de conciencia a cuatro años vista.

Por eso apelo a que reflexionemos sobre nuestra identidad. Mi identidad es integradora y nada excluyente. Mi identidad es inclusiva y tolerante. Mi identidad es más de compartir que egoísta. Por ello soy a la vez ciudadano de este Planeta, Europeo convencido, Español por los cuatro costados, Andaluz hasta la médula y Gaditano de corazón abierto. ¡No puedo pedir más!.

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