Opinión
Las fronteras del Risk
Dados, banderas, pendones y turnos se proponían como ese punto de partida donde todo estaba por decidir
Siempre fui más de parchís y de algún que otro juego de cartas, siempre de baraja española. Con las cajas de los Juegos Reunidos Geyper la cosa se complicaba. Pero aquella tarde lluviosa de este marzo ventoso se concitaron novedades de sobremesa y de merienda ... invernal y dulzona. Por arte de magia apareció el Risk, ese juego de mesa de carácter estratégico creado por Albert Lamorisse en los años 50 del siglo pasado. Un simple juego que rememoraba las guerras napoleónicas. Se te ofrecía el mundo a tus pies. Fronteras nítidas y definidas, y toda una ristra de batallones de soldados de distintos colores dispuestos a dar la vida por el ganador. Dados, banderas, pendones y turnos se proponían como ese punto de partida donde todo estaba por decidir. Y de buenas a primeras ese quieto tablero sufrió un extraño seísmo, del que hacía décadas no se tenía conciencia.
Por arte de magia empezaron a surgir malvados ejecutores con ansias imperialistas, como salidos de una chistera perversa aparecieron tácticas con cierto tufo a extorsión por propiciar cambios, incluso en la denominación de los mares y océanos, y de soslayo, con cierto tono de burla y menoscabo se levantaron muros donde antes sólo había tierra plana y conciliación. La partición del terreno estaba servida, sólo había que ponerle el marchamo del separatismo casposo. Comprendí claramente que lo mío era el parchís, sólo bastaba con contar, como máximo seis y a lo sumo repetir tres veces. Que sólo te comen si estás solo en la casilla. De repente me entró miedo y me ausente del juego.
Para distraerme cogí la prensa local. Entonces vi que el destino es tan repetitivo que condena a la reiteración. Una reseña hablaba del libro «Fronteras de papel» de Miguel Díaz Sánchez (2024). Entre 1939 y 1957 fueron devueltos de Barcelona 70.000 emigrantes, más de la mitad andaluces. La emigración hacia el norte, siempre privilegiado por todos los gobiernos, fue reprimida durante décadas posteriori a la Guerra Civil. Sólo fue a partir de principios de los años 6lus0 cuando fue tolerada, e incluso alentada. El paralelismo con las migraciones actuales es pleno. Por aquel entonces nuestros compatriotas, que sólo buscaban el pan, fueron recluidos en centros de aislamiento, en el Pabellón de las Misiones en Barcelona y en Mataderos en Madrid. El único juego de estrategias que merece la pena es el de la lucha por las Desigualdades Sociales.
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