OPINIÓN

Femenine o masculine

En todo este contexto las noticias nos segregan sin decencia ni pudor

Pacorrito Migajas era un granuja de siete años, huérfano y desamparado que un buen día se enamoró de una muñeca de escaparate. Después de muchos avatares consiguió encontrarla, estaba arrumbada en un desván» (Benito Pérez Galdós). «Tiana era una princesa sonriente que siempre tenía en ... la cabeza mariposas y nubes. Un día se encontró en un lago a un feísimo sapo. Éste le habló, rogándole un beso para recuperar su forma homínida. Después de algunos tiras y aflojas ella accedió. Y al instante pasó de ser un horroroso anfibio a convertirse en un bello Príncipe» (Hermanos Grimm).

Casi todas las historias y cuentos nos separan. Los roles adscritos y asignados al concepto de sexo, masculino o femenino, aún perduran, pese a la inconsistencia fundamentada en el derecho individual a decidir cómo vivir, con quién compartir la existencia o a quién amar de vez en cuando. Conferir la existencia a un simple cromosoma, X ó Y, niega la diversidad que existe desde la noche de los tiempos, aunque religiones, gobiernos y un machismo con intereses perversos, intente ocultarla.

Ya existen países en los que no es obligatorio determinar el sexo, femenino o masculino, en la partida de nacimiento a la hora de inscribir a un bebe. Femenino, masculino, diverso, tercero o sin identificar. El género, que es lo que nos identifica como persona de derecho, es mucho más complejo, e incluye roles y expectativas que tiene la sociedad sobre conductas, pensamientos y características asignadas a una persona que acompañan al sexo biológico. La Ley Trans reconoce la autodeterminación del género, sin la necesidad de atravesar ningún proceso médico o psicológico, y se encuentra con la oposición de ciertos sectores del feminismo.

La creencia de que la gente es masculina o femenina sólo tiene unos cientos de años, cuando en el siglo XVII los gobiernos empezaron a querer clasificar a la gente, según afirma Marie Trumper, directora de la oficina LGBTQ de la Universidad de Yale.

En todo este contexto las noticias nos segregan sin decencia ni pudor. Una cuarta parte de los hogares de la provincia son unipersonales, y la mayoría con riendas femeninas. La brecha salarial en relación con el sexo no para de crecer. La tasa de suicidio en España es alarmante, sobre todo en adolescentes, siendo la primera causa externa de mortalidad. Muchos de estos casos tienen que ver con la identidad de género. Respetar la forma en la que una persona desea ser nominada debe ser un derecho fundamental de la identidad individual. La incomprensión de la transexualidad está detrás del salto al vacío de las gemelas de Sallent. Una incomprensión siniestra, una repulsión retrograda y un mirar hacia otro lado conforman el coctel explosivo para que el plácido patio de un colegio se convierta en el calvario de aquel ser que sólo se siente diferente.

Tal vez, gran parte del abismo al que se enfrenta nuestro bien más preciado, la vida de nuestra población adolescente, tenga que ver con esa identidad que nos hace persona, al margen de sexo, género, creencias y estereotipos que sólo conducen a la marginación.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios