OPINIÓN
Fama y fomo
El postmodernismo es estar en el núcleo, no perderse una fiesta, situarse en el sitio adecuado, o en dos sitios a la vez si es posible
Quedan pocos días para las postrimerías del verano de este año. Estamos a pocas horas del Entierro de la, casi extinta, Caballa Caletera. Posiblemente en las últimas semanas todos nuestros móviles hayan cumplido las expectativas para las que fueron adquiridos. Lo de las fotos y ... los mensajes seguro que ha sido un no parar. Habrá algunos que hayan grabado su vida vacacional minuto a minuto. Desde las viandas del desayuno, recién levantado y despeinado, pasando por actividades deportivas poco frecuentes, hasta las delicias culinarias de chiringuitos de playa, pretensiosos en elaboraciones y productos y rigurosos en precios. De los atardeceres aplaudidos entre brumas a los cócteles de diseño que no superaban ni por asomo a los tradicionales. Y al final de un día agotador, las buenas noches en varios grupos de whatsapp, con sus videos blanditos y sus fotos con mensajes al más puro estilo del novelista brasileño Paulo Coelho.
Cuenta Manuel Vicent en su último libro 'Una historia particular' que los nuevos profetas del sétimo día eran los interioristas, los escaparatistas, los diseñadores, los fotógrafos, los modistos, y bajo sus dictaduras estaba la esencia de la cultura. Todo consistía en ver y ser visto, puesto que todo, incluso el terror se había convertido en un auténtico espectáculo. El postmodernismo es estar en el núcleo, no perderse una fiesta, situarse en el sitio adecuado, o en dos sitios a la vez si es posible.
A estas alturas de la película la población se divide en dos grandes grupos de personas, los que por decisión personal se exponen en los medios, aún a sabiendas de la inseguridad que ello supone, y los que prefieren sólo observar sin ser vistos. Tanto en un grupo como en otro están los 'envidiosos digitales', esos que sufren de manera desmesurada que los demás disfruten, y sobre todo que alardeen de ello.
Hubo un tiempo en el que la fama era el logro de la consideración social por el esfuerzo y el trabajo en cualquier campo del saber, de las artes o de logros y retos al alcance de pocos. Ahora es bien distinto. Sólo se consigue con presencia en las redes sociales, con contenidos absurdos y vacíos, de apenas unos segundos de duración. Es la forma de conseguir a millones de seguidores, tan efímeros que están dispuestos a cambiar de líder mediático a las primeras de cambio.
Los trastornos emocionales del primer mundo poco tienen que ver con el sufrimiento real. De los múltiples trastornos que han aparecido en las últimas décadas, y a los que se ha puesto nombre, está el conocido como Fomo. Se describe como una patología psicológica descrita como una aprehensión generalizada de que otras personas del entorno podrían estar teniendo experiencias gratificantes, de las cuales uno está ausente. Una ansiedad social por un deseo de estar constantemente conectado con lo que otros están haciendo. Como si en el querer y no poder nos fuera la vida. Es como la envidia del siglo XXI llevada a su grado extremo. El tratamiento puede ser complejo, como el de todas las adicciones, pero un par de semanas en el municipio de La Restinga de la Isla del Hierro, recibiendo cayucos y atendiendo a los que llegan con esperanza podría ser parte de la terapia. Seguro que se les olvida el disfrute de lo ajeno y empiezan a valorar su propia vida.
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