OPINIÓN
Las banderas
Incluso para recrearnos en una experiencia única, como exploradores de entornos algo salvajes, la piel se nos ha vuelto muy fina, de un delicado incompatible con lo natural
En el corto trayecto que hay entre las calles de San Nicolás y San Pablo sólo hay unos metros de la calle de la Palma. La Iglesia, el Colegio y la hornacina con el cuadro de la Virgen, recuerdo del maremoto de 1755. Una tienda ... de ultramarinos con barra de tertulia incorporada, la lechería de la esquina, una droguería y el puesto de churros. Enfrente el Almacén del Reloj, con su estanco y algún que otro tabaco de estraperlo. Y como emblema culinario, 'Las Banderas'. Famoso por sus tertulias cofrade, taurina y carnavalesca. En lo gastronómico, sus tortillas de camarones, su menudo y sus papas aliñás de carácter escueto. Jesús Díaz, el de las Banderas, mantuvo la tradición de su familia. Callado y con sentido del humor por lo bajinis. Barra alta, donde resaltaban el verde y el negro, salón interior amplio y congregado. El nombre del bar se debe a que, desde la azotea de la finca, la más alta de la Viña, se hacían señales marítimas a los buques que entraban en la Bahía. Incluso después de su cierre oficial Jesús mantuvo el local como lugar de reunión amistosa. ¡Menos mal que se ha recuperado para la tradición culinaria de Cádiz!
Ahora, a las puertas del verano, todo son Banderas Azules. No sólo a orillas del mar o de un lago, cualquier remanso de agua que pueda ser útil para un refrescante baño en este verano caluroso que se avecina, quiere tener su bandera azul. La búsqueda en las redes sociales nos llevará a un lugar masificado en el que habrá que madrugar mucho para poder colocar la sombrilla y la toalla a más de cien metros de la orilla, en el que habrá atracciones acuáticas dignas de parques temáticos y donde el agua, calentorra, tendrá una pátina de protector solar y cierto tufillo a humanidad.
Hasta para disfrutar de la naturaleza nos hemos vuelto delicados. Incluso para recrearnos en una experiencia única, como exploradores de entornos algo salvajes, la piel se nos ha vuelto muy fina, de un delicado incompatible con lo natural. Ya todo tiene que tener una puntuación, unas estrellas engañosas, o valoraciones truculentas. La categoría de Bandera Azul es concedida por una entidad privada (ADEAC, Asociación de Evaluación Ambiental y del Consumidor), que sólo se limita a hacer un check list de comodidades que trasforman, por definición, un entorno natural en artificial. Que si la ducha, que si el vestuario, que si el lavapiés, que si la recogida selectiva de residuos, que si pasarelas. Algunos expertos sostienen que las Banderas Azules no aportan medidas que fomenten el buen estado de las playas. Sólo se limitan a exigir que se cumplan determinas normativas, recibiendo como contraprestación a la etiqueta cuantiosas subvenciones estatales y autonómicas.
Una playa virgen, un rincón paradisiaco a orilla del mar, por definición debe ser agreste y algo salvaje. El disfrute de un lugar único, sin etiquetas y en compañía no tiene precio ni catalogación alguna. Todo lo demás es puro artificio.
¡Eso sí… cuando vayas déjala al menos como te la encontraste!