OPINIÓN
¡Ajolá!
La naturaleza puede ser todo lo cruel que quiera, el agua puede volver después de cientos de años a reclamar su legítimo derecho de ocupación, pero la mano del hombre podía haber demostrado estar a la altura de su orgullosa capacidad, y no escudarse en litigios de competencias
No piensen que es un error tipográfico, y mucho menos una falta de ortografía. El Diccionario Histórico de la Lengua Española (1960-1996) lo recoge como acepción, «por metátesis recíproca de Ojalá»: Interjección que denota vivo deseo que suceda alguna cosa. Ajolá, sigue siendo una ... forma perfectamente viva en el habla popular, con una amplia distribución por diferentes islas del Archipiélago Canario y en Andalucía.
Cuando de manera repentina nos enfrentamos al dolor, la muerte y la desesperación, a sabiendas de que gran parte de lo sucedido se podría haber evitado, se alteran las etapas del duelo. No se empieza por la negación de la dura realidad, sino que todo se convierte en indignación, y los reproches son el arma arrojadiza. Los ¡Ajolá! surgen como las setas en otoño. Con un desastre natural con más de doscientos muertos y un centenar de desparecidos, con una extensa comarca destruida en lo material y que tardará décadas en empezar a olvidar, es razonable y humano pedir explicaciones. La naturaleza puede ser todo lo cruel que quiera, el agua puede volver después de cientos de años a reclamar su legítimo derecho de ocupación, pero la mano del hombre podía haber demostrado estar a la altura de su orgullosa capacidad, y no escudarse en litigios de competencias que sólo pretenden escurrir el luctuoso bulto.
¡Ajolá la luz de Sorolla, sus colores mediterráneos y sus barcas de pescadores, sus parasoles y sus mujeres de blanco, y esos niños desnudos en la arena puedan resurgir sin miedo a las riadas en la Playa de la Malvarosa!
¡Ajolá la prosa otoñal de Manuel Vicent pueda paliar el dolor de tanto infortunio, aplacar las lágrimas de aquellos a los que sólo les queda mirar al cielo y evocar tiempos en los que todo tuvo color y esperanza!
¡Ajolá los Cuatros Jinetes de la Apocalipsis (Guerra, hambre, peste y muerte) de Vicente Blasco Ibáñez sean sólo una pesadilla novelada, y la Albufera de Valencia vuelva a ser un lugar de Barraca y de Cañas y Barro!
¡Ajolá las coplas de Concha Piquer vuelvan de una tierra extraña a resonar con la alegría de unos ojos verdes que miran con desvelos ese pecho tatuado mientras cantan sin desmayo un romance de valentía!
¡Ajolá la música de Nino Bravo vuelva a los atardeceres de esas playas de aguas mansas. Que se cumplan los deseos de su último álbum, Mi Tierra y Volver a Empezar!
¡Ajolá se cumplan todas las promesas cacareadas a los cuatro vientos por los políticos que alardean de estar al lado de los que lo necesitan!
¿Ajolá no pasen unos años y no enteremos que ha habido amigos, cuñados, compañeros y parejas de los que tenían que haber dado la cara en esta catástrofe, cuando menos evitable, que han hecho negocios sucios con la desgracia ajena!
¿Ajolá nuestra clase política hubiera podido estar a la altura de esta ciudadanía solidaria y entregada con el prójimo!
¡Ajolá pronto las aguas de los cauces de las vidas de los cientos de miles de personas afectadas vuelvan a esa normalidad tan deseada que nunca volverá a ser la misma!
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