OPINIÓN

Acto de fe

El credo independentista sólo tiene un mandamiento, y ese pasa por su definición. Tengan por seguro que lo volverán a hacer

Antonio Ares

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La palabra concilio proviene del latín (reunión, unión, asamblea), voz que tiene un sentido político desde la época romana monárquica. Su uso casi siempre se deriva en ámbitos eclesiásticos. «Reunión o asamblea de autoridades religiosas efectuadas en la Iglesia católica, en la Iglesia Ortodoxa y en algunas Protestantes Evangélicas, para deliberar o dirimir sobre temas de disciplina o de doctrina». Nicea, Constantinopla, Éfeso, Calcedonia, Letrán, Trento o los Vaticanos I y II, han sido donde se ha debatido los elementos y creencias fundamentales de la doctrina católica. En el de Trento se acordó que las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, que tienen por objeto a Dios, nos son infundidas con el sacramento del bautismo. Lo de las virtudes cardinales, son otra cosa. La templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia, sólo se adquieren con el conocimiento y tienen por objeto el bien común.

De todas ellas la más insustancial, la que más compromiso personal requiere de la persona que la practica es la fe. Nuestra vida es un continuo acto de fe. Constantemente creemos, permanentemente asumimos verdades etéreas, nuestra conciencia es tan pétrea que somos capaces de renunciar a la evidencia con tal de dar la razón a nuestra fe. El progreso de la humanidad se ha basado en la confianza mutua. Toda nuestra vida se basa en el credo intuitivo que a veces ni siquiera es real. En las distancias cortas de la vida cotidiana la confianza se establece como norma fundamental de todas las relaciones, las de pareja, de familia, de amistad, comerciales, e incluso las laborales. Conforme nos distanciamos la confianza se va desvaneciendo, llegando a casi desaparecer. Según una encuesta realiza en abril de 2023 cerca del noventa por ciento de la ciudadanía española no confía en absoluto, o muy poco, en nuestros políticos. Al margen de las promesas electorales, que solo son eso, meras promesas vacuas. Según la Comisión Europea, España es uno de los países donde los ciudadanos confían menos en su justicia. Los Poderes del Estado suspende de manera contundente. La desafección es tal que peligra la sintonía que debe existir entre gobernantes y gobernados. Ahora, nuestro Ejecutivo en funciones nos exige un acto de fe, del que él mismo no las tiene todas consigo. Plantear una amnistía a la carta de los convictos y confesos, sin el más mínimo acto de contrición y arrepentimiento, tiene un claro efecto boomerang. Sus demandas solo aspiran a conseguir la confrontación para alcanzar la independencia. No nos engañemos, en lo económico son insaciables, en la mesa de negociación auténticos trileros, y en lo ideológico excluyentes y clasistas. Puigdemont no es de fiar, y ha dado muchas pruebas de ello. Sin una declaración de renuncia a la unilateralidad todo será papel mojado. Todos saben hasta donde se puede tensar la cuerda, no van a tener otra oportunidad como esta. Seguro que se formará un Gobierno de Coalición Progresista, pero que nadie dude que al día siguiente de la investidura volveremos a la casilla de salida.

El credo independentista sólo tiene un mandamiento, y ese pasa por su definición. Tengan por seguro que lo volverán a hacer.

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