bala perdida
Trump el inevitable
Tiene al norte a Neymar, y al sur, a Jesús Gil y Gil, el amo de Imperioso
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Donald Trump viene a ser, como cromo popular, un Gil de Manhattan, más el champú de fantasía de Neymar. Trump siempre está ahí, pero ahora más, porque ya intuye que le van a imputar por el asalto al Capitolio. A Trump, a veces, le han dado la titulación de hombre del año, y él no la suelta, ... sea presidente o no. Sin entrar en consideraciones de lo político, Trump, como famoso, tiene al norte a Neymar, que peina todos los despeinados, como él, y tiene al sur a Jesús Gil y Gil, el amo de Imperioso, un populista de 'prime time', como Trump, sólo que sin helicóptero y con barrigón faraónico. Repercute en todos los papeles, desde la página de tribunales a la página de amores, porque además aporta consorte que es Miss Mundo, aunque no lo sea, o sea, aunque se haya quedado en 'ex' modelo. Trump consta de Melania, peinado imposible, y luego un coro de archirrubias donde asoma su propia hija. Eso, y el papel del juez que llega o no llega. A Trump le conocemos de lejos. Ya soltó, hace años, a pie de avión propio, que «España es un gran país, pero está enfermo, y este es el momento de aprovecharlo». Eso soltó. A veces estamos mucho en la coña de sus deslices machistas, pero eso soltó. Tenía que salir un rico extranjero para decirnos lo que ya sabemos: que igual somos millonarios en gangas. Donald Trump es un señor forrado que ve negocio en los pobres, pero a diferencia de otros forrados, va y lo dice. Nos diagnosticó enfermedad, y nos iba a aliviar, si llegara el caso, comprándonos a precio de chamizo el adosado. Él, y otros como él. Porque tenemos mucho adosado, y mucho coche chulo, y mucha playita urbanizable, pero lo mismo todo se lo debemos a un señor magnate, por lo general norteamericano, que nos lo va a pagar todo, a precio de rebajas, después de codiciarnos desde la ventanilla de su avión privado. Nunca falta un ricachón de boutique dispuesto a salvarnos poniendo a su nombre el botín inmobiliario, o el botín que sea. Esto es un poco como esperar con prisa a que se muera la abuela agonizante, para repartirse la alegría de la herencia. Bien lo sabe Trump, el hombre del año de tantos años.
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