Bala perdida
Reyna Sofía
Ha logrado cruzar la prudencia con la distinción. Es lo que el poeta definiera como «ser brillantemente monocorde»
No es que en los retratos concéntricos de la familia real nos dejemos para el final a doña Sofía, pero un poco sí. Un poco, o un mucho. Resulta que Doña Sofía vive en mujer ceñida, casi ausente, ya, y eso da el juego justo ... en las crónicas o retratos. Le hemos puesto mucha prosa a la contabilidad de Don Juan Carlos, a la esbeltez de Don Felipe, o a la zapatería de Doña Letizia, pero se nos acaba el folio antes de glosar a Doña Sofía, que más bien tiene una glosa larga, empezando o acabando por sus ojos de color gris resignación. Lleva un sosiego de mucha agenda, una solvencia de elegante que nunca cambia el peinado, porque todo estilo es una insistencia.
Ha logrado cruzar la prudencia con la distinción. Es lo que el poeta definiera como «ser brillantemente monocorde», a otros efectos. No vive en el riesgo, pero cuesta imitarla. Tiene algo de Reyna Sofía, así, con la 'y' desusada de una majestad de siglos. A veces la han sacado de campeona en las encuestas inevitables de la elegancia, pero creo que aún dice más, y mejor, de su figura que sale a menudo en los podios de los españoles más queridos, junto a Casillas, por ejemplo. Practica la fidelidad a un único peinado intemporal, como su madre, Federica de Grecia, y en esta peluquería sin peluquerías quiero yo ver una garantía de carácter, y hasta un carácter de garantía. Siempre la hemos contemplado entre quieta y muy quieta, pero estamos ante una mujer que resuelve, si se fijan.
Ahora va al funeral de Benedicto XVI. Recuerdo que en este periódico dijo un día que «lo principal en nuestra vida es el otro». Parece un lema vital, y lo es. Diríamos que va afrontando una imprevista soltería laboral, y un paso atrás de Doña Letizia, que prospera en el relevo de tantas cosas. No ha sido para ésta una suegra respondona Doña Sofía sino más bien una avalista que no se oculta. Vivió una felicidad mayor el día que vio a su hijo proclamado Rey. Aunque ella ni antes ni después cambió el compás, ni el propósito, ni la paciencia, que es un largo talento. Tan de Reyna. Como el peinado.
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