Tribuna
El palo que despeja la incógnita
«Cádiz tiene credenciales de sobra para acoger esta cita histórica. La ciudad tiene tres meses para prepararse, pero lleva 3.000 años haciendo acopio de palabras para la cita»
A la propuesta de Cádiz de acoger el X Congreso de la Lengua, los organizadores (la Asociación de Academias de la Lengua Española -ASALE- y el Instituto Cervantes) le han dado un palo. Concretamente, el palo se ha colocado delante de la X, ya que ... no será el décimo, sino el noveno congreso internacional el que recale en la capital. La incógnita de esa X que no sabíamos si nos llevaríamos se ha despejado mucho antes de lo previsto, pero no ha pillado a la ciudad por sorpresa.
No está de más recordar que el camino para que saliera adelante la candidatura se inició hace casi cuatro años. Fue un socio de la Asociación de la Prensa (APC), el expresidente Fernando Santiago, quien lanzó una propuesta que la entidad hizo pronto suya, aun consciente de la dificultad que entrañaba y de que el camino sería largo. Desde la APC, siempre hemos entendido el idioma como un puente para acercarnos, como una mesa -a veces de academia, a veces de bar, a veces de playa- en torno a la que encontrarnos. Y hemos entendido desde el primer momento que ese ideario encajaba, como un traje a medida, con la filosofía de concordia, de enlace, de crisol, que siempre ha representado Cádiz.
El Ayuntamiento abanderó el proyecto en los primeros meses de 2020. Aquella pandemia, de cuyo nombre no quiero acordarme, no detuvo el imparable inicio de una candidatura que no sólo presentó imagen y campaña sino que, sobre todo, tuvo la capacidad de involucrar de manera directa e indirecta a la práctica totalidad de agentes sociales, culturales y políticos de la provincia. Quién sino Cádiz y su uso libérrimo de la lengua podría ser capaz de unir en torno a la misma propuesta a carnavaleros como el Selu, a escritoras como María Dueñas o a artistas como el Gran Wyoming. Y sobre todo, que pudiese hacer que todo el arco político -bueno, hay silencios que de escandalosos no merecen mencionarse- cerrara filas para alcanzar el mismo objetivo. Que desde la Universidad hasta el Cádiz CF se asumiera como propio el proyecto de la ciudad. Que los intelectuales más conspicuos y los escolares más inocentes rebuscaran en su magín de palabras para unirse a este abracadabra que veía en el horizonte un 2025 en el que Cádiz sería la capital mundial del español.
Cuando se ha tenido que buscar un complemento circunstancial ante la crisis generada en Arequipa (Perú), la ciudad que iba a acoger el Congreso en 2023, los que más tienen que decir de la lengua no han tocado ni una coma de la iniciativa gaditana. Ya en los meses previos, desde la Real Academia de la Lengua se bromeaba con que no se podía decir si la gaditana era la mejor opción, pero sí que estaba claro que era la más persistente.
Cádiz tiene credenciales de sobra para acoger esta cita histórica. La ciudad tiene tres meses para prepararse, pero lleva 3.000 años haciendo acopio de palabras para la cita. Desde el día en que llegó el primer fenicio a nuestras costas a hacernos el regalo del alfabeto, hemos convertido el mar en un gigantesco diccionario común y actualizado. Un diccionario que vive en el habla y en la pluma de los gaditanos. Los mismos que llenaron de palabras las naves que partían a lo desconocido y las recogían meses después con sabor antillano, porteño o filipino. Esos que han hecho de la palabra un arte, tenga forma de novela, de poema, de cuplé o de alegría. Los mismos que, para convencer de que la Tacita era el mejor lugar para acoger el Congreso, dejaron al mundo sin palabras.