tribuna abierta
Una cumbre en la Cartuja
Es inexplicable que la capital de una comunidad que aspira a reinventarse en base a la atracción de los nuevos inversores tecnológicos por las ventajas competitivas de Andalucía no haga apología del Parque de la Cartuja a diario

La Cartuja se ha convertido en la mejor metáfora de Sevilla. Sucia y descuidada por fuera se asemeja cada día más a una evocación decadente de los fastos de la Exposición Universal de 1992. Cualquier observador desapasionado aseguraría, sin miedo a equivocarse, que algunas de ... sus infraestructuras no han sido tocadas por la mano del hombre desde la clausura de la Expo. Pero, por dentro, el parque tecnológico que alberga acaba de batir sus marcas de facturación y de número de empresas instaladas y empleos creados. Pocos sevillanos son conscientes de que el recinto cartujano ha generado en 2021 una actividad económica de 3.449 millones de euros, un 15,8 por ciento más que el año anterior, lo que representa el 8,6 del PIB de la provincia y el 2,02 del andaluz.
Es inexplicable que la capital de una comunidad que aspira a reinventarse en base a la atracción de los nuevos inversores tecnológicos por las ventajas competitivas de Andalucía no haga apología del Parque de la Cartuja a diario. Tal vez el abandono municipal del recinto sea su principal impedimento, por mucho que la dejadez administrativa no haya podido evitar que 274 de las 556 empresas allí ubicadas desarrollen su actividad en el sector de las tecnologías avanzadas. El conjunto de empresas de Cartuja realiza una inversión en I+D+i de 120,4 millones, un 3,5 por ciento de su actividad económica, una cifra muy por encima de la media andaluza.
Pese a todas estas circunstancias que han obligado a los responsables del parque a plantear una ampliación del recinto de 125.000 metros cuadrados para acoger nuevas empresas, los sevillanos en particular y los andaluces en general solo relacionan a Cartuja con los conciertos, las exposiciones, las oficinas y los centros educativos que allí desarrollan su actividad. Sin apenas planificación, al albur de la demanda y del azar, como Sevilla misma, lo que iba a ser un centro puro y duro de investigación se ha convertido en un núcleo de desarrollo donde conviven empresas tecnológicas con facultades universitarias, teatros, centros de exposición artística, instalaciones deportivas, oficinas, bares, restaurantes y hasta un pequeño centro comercial. Todo ello rodeado por un original y extenso jardín botánico que tras 17 años convertido en una selva urbana se reabrió en 2010 para volver a descuidarlo hasta nuestros días.
A la Cartuja le ha pasado un poco como a la Feria de Sevilla, que, creada como un certamen comercial de ganado puro y duro, fue degenerando hasta convertirse en la fiesta más universal y afamada de la ciudad con permiso de la Semana Santa. Un ejemplo de cómo las circunstancias y el paisanaje pueden deformar un proyecto hasta conseguir algo inesperado y sublime. No pedimos tanto para el parque de la Cartuja. Sólo que cuando se cite la incuestionable realidad del PTA de Málaga, conocido como el 'Silicon Valley' andaluz por la calidad de las empresas allí instaladas y por la incansable y exitosa campaña de marketing de los autoridades malagueñas, no se olvide que en Sevilla también existe un parque tecnológico con algunas empresas menos, pero con casi mil millones más de facturación.
Esta falta de promoción de la ciudad de sus realidades más tangibles explica muchos de los males de una Sevilla hipercrítica consigo misma desde una paradójica dejadez. La conciencia de su propia decadencia no provoca iniciativas para impedirla. La mayoría de los sevillanos piensa que todo lo pasado fue mejor y que además nunca volverá. Es la nostalgia de la ciudad por sus esplendores antiguos que ha empañado el sentimiento colectivo de desazón y fracaso ante todo lo que se emprende. Es cierto que el envoltorio y la desidia administrativa invitan a no adentrarse en el contenido. Pero debería ocurrir al contrario, como en la Feria, que el éxito del resultado final del parque de la Cartuja modificara los ingenuos propósitos que rodearon su nacimiento. Sevilla nunca levantará cabeza si se empeña en autoflagelarse ante el empuje y la falta de complejos de otras ciudades con menos historia y más ambición.
Los próximos días del 27 al 30 de septiembre, el PCT de la Cartuja será escenario de la Conferencia Internacional de Parques Científicos y Tecnológicos. Espero que cuando transcurra la cumbre algunos de los nuestros no vuelvan a olvidarse ni del Jardín Americano ni de todo lo que lo rodea.
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