OPINIÓN

La vida secreta de los votantes

No es mal punto de partida para superar levemente el hastío, votar, claro, pero que esto vuelva a tener algo, aunque sea un mínimo, de sentido más allá del domingo

Estoy contento esta semana porque se acaba el periodo electoral y eso implica muchas cosas, entre otras que mi buzón volverá a ser un buzón de 2023, es decir, un buzón vacío y al que apenas le ocurre nada más allá de alguna publicidad discreta ... de la pizzería del barrio. También, al menos durante unos meses, no tendré que agobiarme con tanta consigna política más allá de las habituales. Así que sí, hasta lo que a uno más le crispa siempre tiene un lado bueno: de vez en cuando se acaba.

A mí lo de las campañas electorales de hace unos años para acá siempre me dan un respingo de vergüenza ajena porque conseguir la atención de alguien en la vida ordinaria es algo inusual, casi íntimo y en estas semanas típicas antes de pasar por las urnas, lo de atender o no atender se banaliza. De repente hay candidatos con propuestas, vídeos en redes, niños, perritos, abuelos, besos, sonrisas perpetuas y todo eso. La atención en los tiempos nuestros es un suceso casi milagroso porque en realidad estamos en todo en todas partes y al final nada nos importa en exceso y en realidad es casi tierno que el político de turno piense que sí, que verdaderamente lo están mirando.

Yo estoy convencido de que el guirigai que tenemos montado en los periódicos, ya no digamos en las teles, con la cosa política les viene al común de los mortales un poco de refilón, sobretodo porque la gente está en sus cosas. El periodista se sabe los nombres de todos, da el coñazo a su familia, pobres, con los nombres de todos y sus vidas y sus trapos, los sucios y los limpios, mientras que tú, amigo lector, supongo que no, ojalá que no. Pero volviendo a lo de la atención, que me interesa, que ya te digo es cuestión milagrosa, si ocurre, que a veces ocurre, es por circunstancias muy concretas que tienen que ver con la piel, o al menos eso me pasa mí. En todo esto hay un problema porque, no sé tú, pero yo atiendo a la gente que me importa, o al menos hago el intento, y que un político me importe es algo, en fin, complejo, porque hace tiempo que me siento desde la perspectiva política como un numerito, como miembro de un 'target' que es una estadística o una tendencia y yo no quiero ser nada de eso. De piel, no sé, siento poco.

Supongo que hubo un tiempo en que sí, claro. Cuando yo tenía 20 años estaba de moda decir que la política no solo ocurre cada cuatro años y con las dos semanitas de marras. Nos ilusionábamos con eso. Hubo un tiempo, creo recordar porque lo intento, varios años antes de empezar a currar en esto de los papeles, que la política verdaderamente significaba otra cosa. Más etérea, es cierto, pero más viva. Los que somos hijos políticos de la década del 2010 bien lo sabemos.

En algún momento respiramos una oportunidad de cambio, con muchas ideas de gente muy distinta pero que tenía en común que todo iría un poco mejor después de todo. Que el mundo estaba hecho una mierda, pero que, yo qué sé, nada estaba del todo perdido. Juventud, fíjate. A lo mejor es que simplemente voy cumpliendo años ¿Me estoy volviendo viejo, amigo? Tengo 29 años ¿Se puede ser viejo con 29 años? ¿Somos ya oficialmente una generación del desencanto, debería de empezar a buscarme canas o puede que verdaderamente el mundo se esté volviendo cada vez más estúpido? Hay varias posibilidades. Lo único que tengo claro es que tengo la sensación de que me ha pasado un camión por encima.

Imagino cómo estará la gente en sus casas este fin de semana. La pienso de la única forma posible en que se puede pensar algo tan abstracto como «la gente» que es a partir de lo que conoces. La «gente» son mis amigos, al fin y al cabo, por mucho que yo intente otra cosa. Precarios, chiquillos a los que la vida se le presentó en serio, como diría Gil de Biedma, y todavía se están dando cuenta. Con todo, al cerrar los ojos los veo y me siento de repente tranquilo, porque como los conozco, hay algo a lo que agarrarse y me importan. No es mal punto de partida para superar levemente el hastío, votar, claro, pero que esto vuelva a tener algo, aunque sea un mínimo, de sentido más allá del domingo.

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