opinión
El síndrome Giacobbe
«Parece que hay un impulso natural que nos lleva a una absoluta falta de empatía con el otro»
No sé a ti, pero a mí, de lo que me ocurre en estas últimas semanas, casi nunca me acuerdo de nada. Sucede que va todo bastante rápido. Y así no da tiempo a asentar las cosas y parece que uno consume experiencias como cuando ... uno almuerza a las seis de la tarde, desubicado y tragando porque hay que tragar.
Se puede decir que, al menos en mi círculo más próximo, hay cierta sedación del mundo. Esta idea apocalíptica de que todo se va a la mierda te deja como desganado, cuando no con una ansiedad terrible por no exprimir suficientemente lo vivido. En esas, ya ves, no se sabe si debe uno hacer puénting o quedarse mirando al techo. Y sí, me dirás que hay puntos medios, y probablemente tengas razón, pero las mejores ideas, las concienzudas y brillantes que dices tú «qué buena idea», por desgracia, nunca surgen en momentos como estos.
Si te paras en la calle a mirar un segundo, la mayoría de la gente anda como hacia ninguna parte. O eso veo yo. Es como si se hubieran democratizado las prisas y ahora ya no pertenecieran solo a gente con traje y trabajos muy importantes que obligan a llevar maletín aunque lo que lleves te quepa en los bolsillos, sino que a día de hoy cualquiera tiene sus ansias de rapidez, de que la cosa se acabe pronto, de poder decir «es que me tengo que ir», a pesar de que luego no tenga nada mejor que hacer.
Hay cierta vileza en todo esto. Y a lo mejor también, comentaba con Anita el otro día, está sucediendo un cambio antropológico secreto que nos hace más despegados de los demás y por eso ya no se vincula uno con las cosas, sino que sencillamente pasan. Lo hemos denominado 'el síndrome Giacobbe', que viene a describir este tipo de persona que va a su aire y que todo lo demás le importa, en definitiva, un mojón así de gordo.
Me explico. A lo mejor no te acuerdas (yo lo tuve que buscar), pero hay una canción muy conocida que se llama 'El Jardín prohibido', que la cantaba un italiano. Italiano de estos que cantaban en español, en este caso Sandro Giacobbe. Por si todavía no te suena, dice aquello de «lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo». Ves cómo la conoces.
A lo mejor no te fijaste nunca en la letra. La canción es una sinvergonzonería digna de escucha. El tipo le dice a su novia que se ha liado con su mejor amiga, pero que se acordaba de ella mientras estaban ahí, en el tema. Una separación cuerpo/alma fascinante, ya te digo. «Me he comportado como un ser humano» dice Sandro. Cuadrados, vaya, cuadrados.
La cosa es que percibo que cada vez estamos más en ese plan, fuera de bromas. Parece que hay un impulso natural que nos lleva a una absoluta falta de empatía con el otro y que, llevados por la culpa, cuando se le da explicación a posteriori se plantea como algo imposible de evitar. Como si no hubiera elección a la hora de elegir hacer daño o no. «La vida es así, no la he inventado yo».
Así que, en este trasiego de vivir a toda prisa, me estoy planteando que, en la medida de lo posible, le quiero yo hacer la guerra a los 'giacobbianos'. No por cuestiones morales, ni mucho menos, que a mí me la trae al fresco, sino porque, verdaderamente, si uno vive sin empatizar mínimamente con el otro, o al menos echarle un poco de cuenta, no tiene mucho sentido todo esto. Para vivir mirándose el ombligo, al fin y al cabo, no hacían falta tantas alforjas ni preocupaciones por el fin del mundo tal y como lo conocemos. O al menos eso pienso yo, Giacobbe, que, con todo el cariño, eres un cabrón.