Opinión
Un pisito en Narnia
«Una casa no es una casa hasta que se siente uno como en casa. Así dicho parece una tontería pero, como en todo, la percepción es esencial»
Una casa no es una casa hasta que se siente uno como en casa. Así dicho parece una tontería pero, como en todo, la percepción es esencial. Cuando estaba en la universidad, un día un compañero de clase me soltó una chapa de casi una ... hora sobre que para él su casa era «como un templo». Tan turras como espiritual el muchacho. Un día me invitó a tomar un café allí, en su piso, en el templo, y al entrar en aquel saloncito de 20 metros cuadrados no sabía yo como decirle que aquello no llegaba ni a capilla. Lo material, al fin y al cabo, por mucho que tú quieras, lo condiciona todo.
La cosa es que esto de la casa es complicado. Porque donde uno vive marca casi todo, desde el humor con el que te despiertas a cómo te relacionas con los demás, y, sin embargo, la mayoría de las veces cuando uno busca piso lo hace bastante a la desesperada, porque la situación, no nos engañemos, de un tiempo a esta parte, es normalmente así, desesperada.
El otro día salió un economista por la tele, Gonzalo Bernardos, hablando del tema. Él estaba muy tranquilo, eso sí. El caso es que, en el plató, una chavala que tendría mi edad más o menos le decía a una suerte de consejo de sabios mal avenido, con Bernardos entre ellos, que pagaba una barbaridad por su piso. Que lo comparte con una amiga y se deja medio sueldo en él. Sin ser un templo aquello ni mucho menos.
Feo, caro, pequeño. En Madrid además que, para mí al menos, sales a la calle y tiene esa hostilidad congénita.
Las alternativas para salir del cuchitril que tenía alquilado, encima, estaban a tomar por saco de donde trabaja. Dos horas. La distancia entre Málaga y Granada. Vamos que, en definitiva, la chica estaba un poco hasta el papo. Eso es importante para entender el asunto. No lo dijo así de explícito, pero ya te digo yo que se le veía en la cara.
Terminada la exposición, el economista, harto de sus delirios de pequeña burguesa, la manda a vivir a Móstoles. Lejos. Porque todo el mundo quiere vivir en Madrid. Y en Madrid no cabe tanta gente si toda la gente quiere vivir allí. Porque el precio sube. Oferta y demanda, amigo. Estaba yo escuchándolo y, no seré yo quien te anime a irte a vivir a esa capital del demonio, pero a mí me estaba hirviendo la sangre. Sabes como yo que no es ninguna novedad que la idea de vivir dignamente no esté muy de moda, pero si encima se pavonean de ello, pues da coraje.
Te cuento esto hoy porque algo que noto muy a menudo es que las soluciones que dan a los jóvenes los supuestos 'popes' de la opinión van casi siempre en ese sentido. Es un «pues te jodes» de manual. Yo ya me lo tomo a risa. Eso de la respuesta sencilla frente a los problemas monumentales. Un cachondeo, vaya. La gente teniéndose que ir a a buscar trabajo a Madrid porque en su casa, la de verdad, no hay ni a tiros, y tú con recochineo.
Porque fuera de la burbuja, en las provincias, sitio, lo que es sitio, suele haber de sobra. Pero trabajo, ya te digo, lo que es trabajo, no mucho. Tampoco parece que nos moleste, al fin y al cabo. Va como una década en este plan. Supongo que porque a algunos les va muy bien dejando los cascos históricos de las ciudades periféricas para alquileres vacacionales y los pueblos para la salidita rural del fin de semana. Lo demás, sálvese quien pueda. Jungla.
En esto de la vivienda, encima, parece que damos vueltas en círculo para no afrontar el problema y se inventan todo tipo de modas impostadas para tapar las cosas. Ahora se habla de los nómadas, fíjate tú, que será algo así como el profeta Abraham o como Moisés, pero con Quechuas y wifi portátil.
También está lo de decirte que si no encuentras forma de pagar la casa pienses 'outside the box', fuera de la caja. Ser creativo. Y, ya ves, mientras te lo piensas, casi sin darte cuenta, acabas 'outside the neighbourhood', fuera del barrio. Y al final 'outside the city', fuera de la ciudad. Y así, de tanto estar fuera de las cosas, pues ya no se sabe dónde narices acaba la gente. Muchos 'outside the country', fuera del país, porque, qué remedio. Solo se tiene claro en esa indefinición de lugar que, como la chavala del programa, se está hasta el papo.
Yo ya estoy en las provincias y tampoco está la cosa para echar cohetes. Habrá que irse, pero más lejos. Mucho más lejos. Yo qué sé. A Narnia. Magníficas conexiones. Increíble, se entra por un armario. Vives 'outside the wardrobe'. Muy místico el lugar. Así está más fácil lo del templo. Encima un fauno te hace té. Un poco raro todo pero, al menos, no hay tele.