OPINIÓN

La palabra extranjera

«Porque es difícil aceptar que las palabras solo eran un modo torpe de expresar algo que creíamos sublime»

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Hay una religión que yo profeso y es la del café y el cigarro en las terrazas de invierno. Mis amigos quieren habitualmente matarme por ello, pero supongo que es algo así como una innecesaria prueba de amor que ellos ejecutan con tal de no ... verme nervioso y en posturas absurdas, porque cuando cojo la taza la otra mano se queda quieta, como esperando y no sé muy bien qué hacer con ella. Ocurre además que para mí estar en una terraza es como salir al patio del colegio y recrearme. Tengo encima una facultad de la que no estoy especialmente orgulloso: el oído. La terraza es entretenida porque uno escucha casi sin querer conversaciones que no son las suyas y yo a veces me quedo hasta en los susurros de la gente. Me fascinan, sobre todo, esas parejitas, da igual si jovencitos o jubilados, que se cogen habitualmente la mano y farfullan palabras de amor que yo muchas veces no entiendo porque, ya sabes, tienen los enamorados un lenguaje propio y específico, suyo y no de otros, que es secreto e íntimo.

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