Mojarse los pies
Me pregunto si acaso no has tenido tú que reconciliarte con un lugar que para ti cuenta su propia historia, su relato, pequeño, que has tenido rehabilitar una y otra vez en su sentido y forma tras, yo qué sé, un amor que ya no está o un amigo que se fue
Amigo lector, amiga lectora: estoy de vacaciones. Es decir, esto se me va a hacer cuesta arriba. Hay quien escribe por gusto. Yo escribo porque es lo que toca. A menudo la gente se encuentra en la playa, relaja los pies, se estira en la ... arena, todo su cuerpo se emplea a fondo en estar absorto durante un tiempo efímero, pero en la cabeza… se encuentra aún en un estado nervioso, como haciéndole burbujitas.
Estos días llegué a la conclusión de que toda vacación es poca porque lo natural, no sé tú, pero para mí está claro, sería andar por la arena como un descosido cada día y mojarme los pies. De no existir otro imperativo, mi deseo me colocaría en esa única tarea diaria. Piececitos mojados, vuelta a la arena. Y viceversa. Tan sencillo. Me está quedando claro que el trabajo, cualquier trabajo, se emplea a fondo en impedir el desarrollo simple de las cosas. Ese que, personalmente, creo que es el único correcto. Lo demás es enredar.
Pero así estamos. He vuelto a mi barrio de cuando era chico a pasar los días. El primer día llevé a unos amigos que me acompañaban en el viaje a ver la tumba de Camarón, que es ese tipo de tumba donde la gente se hace fotos, cuchichea, canta o elabora cualquier acto sorpresivo porque, al contrario que con los demás muertos, la visita significa más para quien lo visita que para el visitado. Mi punto fue darme cuenta que he vivido casi toda mi infancia al lado de un cementerio y eso, fuera de la esfera de la infancia, resulta un tanto tétrico. Lo que quiero decir es que el lugar de donde uno es funciona en la memoria un tanto así: está hecho para revisitarse.
Cuando enseño San Fernando a mis amigos los hechos históricos que relato no tienen que ver con la historiografía oficial. 'Fernando, cuando España fue una isla' me parece un lema precioso para mi vida hasta los 15 años, no con La Pepa ni con la Constitución del 12. Aquí los hechos históricos que yo recuerdo son los míos. Aquí mi cole, aquí la casa de Nacho, aquí me di un pico con la niña que me gustaba, aquí jugaba al baloncesto, aquí me perdí un día, no encontraba a mi madre y vaya percal. Y así hasta el infinito. Uno sabe que una ciudad es suya cuando la gente presuntamente importante no importa. Cuando, sin ninguna duda, puedes sentirte el protagonista que cartografía solo las calles por donde tú anduviste. Todo lo que falta por nombrar tiene valor escaso. Está en el abismo. Vamos, que son las sobras.
Mientras camino estos días, pienso en ese sentido de pertenencia que trae a todos como locos, que hace agitar banderas al personal y es una máquina de sacar mierda por la boca para señalar siempre al distinto. No sé, si el otro es distinto de ti es porque tú tienes bien claro quién eres. Y mi ejercicio al explicar mi barrio y mis calles es precisamente el contrario. Me recuerdan quién soy, calle a calle, baldosa a baldosa, y, sin embargo, me siento siempre un extraño. Cualquiera puede ser extranjero en su tierra si intenta mirarla de cerca.
Mojo los pies en la orilla y en ese momento mío, en ese escaso refugio, me doy cuenta que se nos ha impuesto una forma de entender la vida que rechaza la intimidad. Ese lugar sin grandes estridencias donde tú y yo, al fin, podemos encontrarnos. Por mi experiencia, esto de 'la puñetera verdad' no se dice en la tele ni en la radio, sino en silencio. Susurrado. Con voz quieta. Nadie confiesa en la plaza del pueblo. Una sociedad que solo entiende de los grandes relatos, es una sociedad muerta. La intimidad es el único canal por donde, yo al menos, aspiro a la belleza. Me pregunto si acaso no has tenido tú que reconciliarte con un lugar que para ti cuenta su propia historia, su relato, pequeño, que has tenido rehabilitar una y otra vez en su sentido y forma tras, yo qué sé, un amor que ya no está o un amigo que se fue. Ves. Yo también. Ahí estamos los dos. Pringados en el asunto. Si quieres nos damos un paseo y nos contamos lo demás. Estoy en Cádiz hasta el domingo.