Fracasar mejor, tragar peor
Cogen el móvil, el algoritmo les prepara la carnaza del día y ya está: servidos para bombardear al personal con la idea de turno
Entre los personajes más abyectos en esta época nuestra se encuentran los papagayos. Concretamente en su derivación humana. Supongo que, en un momento dado, a un sector de la población le dio un siroco y a fuerza de repetir lo que escuchaban en cualquier sitio, ... no pudo dejar de hacerlo. Yo me los imagino como hienas cuando se levantan. Cogen el móvil, el algoritmo les prepara la carnaza del día y ya está: servidos para bombardear al personal con la idea de turno. Es cierto que cada época tiene sus mantras. Claro. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Por supuesto. Pero termina por ser aburrido.
Lo peor es cuando lo que repiten sin descanso no encaja con lo que pasa. Hemos dado vida a conceptos que, así dichos, parecen casi ridículos. Los gurús del emprendimiento, esa secta malvada, hace tiempo le robó a Samuel Beckett una de sus frases más célebres. Aquello de «fracasa otra vez, fracasa mejor». El dramaturgo irlandés, nada menos que premio Nobel, venía, ingenuo, a transmitir una visión pesimista de la vida. Como un fracaso continuo. Sin éxito final. Un «te vas a morir, por lo que continuar es en cierto sentido absurdo». Y ahí estaba lo bello. Vivir, sin más razón. El pobre Samuel, ingenuo, no contaba con los papagayos.
Ahora la frase la tienes en tazas. En camisetas. Y significa, encima, todo lo contrario. Ahora, más bien, es una renuncia absoluta a la reflexión propia siguiendo fantasmas. Fracasar para conseguir un éxito que a saber qué significa. La taza bien podría poner: «No te preocupes, sigue la zanahoria». Porque, el éxito del que hablan esos gurús, ya te lo aseguro yo, pertenece a unos pocos. Al fin y al cabo, en este mundo nuestro, cualquiera puede ser rico, pero no todos.
Con esas, es muy probable, te vendan igualmente, junto a la taza de Beckett, contratos basura y derivados. Hace unos días leí a una señora empresaria por redes sociales quejándose de que el chaval al que habían escogido para una entrevista de trabajo rechazaba el puesto que le ofrecían porque no le convencía el salario. Hasta ahí todo normal. Pero, indignadísima estaba. «A esta generación le van a caer de hostias», decía. Pensándolo un rato, llegué a la conclusión de para qué sirven esos mantras y tanta taza. Y tanto 'coach'. Y tanta charla TED. No es fracasa mejor. Es traga mejor.
El fracaso, pienso, es otra cosa. Tiene que ver con la expectativa. Lo sé porque esa generación de la que hablaba esta señora, que es la mía también, buena parte lo hemos sentido. Lo de comerse el mundo, la pasión por lo tuyo. Y tal. Y tal. Por suerte, tras los batacazos, tengo la sensación de que eso ya se nos ha pasado. El fracaso también tiene que ver con buscar cómo salir del hoyo. Nos hemos vuelto más pragmáticos. Y saber negociar un contrato está dentro del pack. Y no es malo, ni siquiera para esa señora y su empresa.
Creo que lo verdaderamente interesante de aquella frase de Beckett, matizando, está en saber vivir sin más expectativa que vivir. Es la única forma de liberarse de un pensamiento que te arrincona. Que siempre pide más. Que te condena a ser un infeliz porque bajo ciertos parámetros, nunca darás la talla. En la dicotomía del éxito y el fracaso, lo primero es una ilusión. Lo segundo, un dolor que, bien curado, te quita la venda y acabas por mandar la dicotomía a la mierda. O por lo menos, cambias de taza.
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