Todos mis amigos son precarios
La razón principal por la que no compramos casa es, qué sorpresa, porque no tenemos dinero
El salario medio de los jóvenes en España, concretamente de los 16 a los 29 años, está en torno a los 973 euros al mes. Yo tengo 28. Partamos de ahí. Más que nada porque hablar de cualquier tema generacional sin tener en cuenta el ... dato, y que quien ahora te habla se conoce el paño de cerca, es prácticamente un insulto. Insultar es una práctica típica en muchas tertulias políticas en televisión. Casi siempre son los mismos y normalmente es gente que grita mucho. Y que escucha poco. Un cóctel explosivo si le añadimos que normalmente están como embebidos de sí mismos. Ya ni se escuchan, supongo. Ya se sabe, del narcisismo a la gilipollez hay solo un paso.
El caso es que la tertuliana de turno esta vez ha querido abrir el melón de los jóvenes (porque de nosotros se habla siempre así, en general, como de una masa informe) y de nuestra supuesta reticencia a comprarnos casas. No tiene nada de original, en el fondo. Es un mito viejo. Algo así como que los jóvenes, de nuevo ese todo confuso y anárquico, prefiere el ocio al ahorro. El goce al sacrificio. La disyuntiva, agárrate, es: o tomarte una cerveza o firmar una hipoteca. Para justificarlo nos dice que le preguntemos a nuestros abuelos, tirando de esa nostalgia del pasado que, como tú bien conoces, siempre está escrito al servicio de quien se lo inventa. Porque al fin y al cabo es eso: una invención.
Pasados hay muchos. Yo, en el fondo, que soy animal de presente, para entender lo que pasa en esta disyuntiva absurda que igual te la cuenta una periodista supuestamente de izquierdas como Elisa Beni, que te la cuenta un diputado de Vox o la novelista de moda, intento ir a lo básico. La razón principal por la que no compramos es, qué sorpresa, porque no tenemos dinero. Somos precarios. Me dirás que es de Perogrullo. Pero es que parece que, si no se dice, la gente no se entera. Es la misma razón por la que la mayoría ni siquiera piensa en tener hijos. No tenemos proyecto vital. Vamos al día. Es una putada. Pero es así. Somos unos consumidores de pacotilla.
Claro que los hay que no, pero con esos, supongo, Elisa Beni no tendrá ningún problema. Más que nada porque ya tienen la casa comprada desde que terminaron el bachiller. Los demás, los que pudimos, cuando tuvimos edad de emanciparnos nos fuimos a la universidad. A ver si así encontrábamos el currillo que nos diera para comprar una. Y aquí estamos, contando las migajas. Quién lo iba a decir, no nos llega. También te digo, no nos da mucho tiempo para pensarlo.
Todo esto del goce, del amor por el ocio, por los viajes son pequeñas y baratas válvulas de escape para tener, después de currar como monos, un mínimo rato donde la cabeza no te haga chiribitas. Porque lo peor de ser precario no es ser precario, es que pareces condenado eternamente a ser un menor de edad. Un ciudadano de segunda. Y aquí, en esto sí estoy seguro, somos mayoría. Si lo piensas, todo el sistema se ha volcado hacia nosotros: como no teníamos dinero para al cine, nos pusieron plataformas digitales. Como no teníamos dinero para un coche, crearon una aplicación para compartir los viajes. Como no teníamos dinero para pagar un hotel, crearon otra aplicación para que la gente empezara a realquilar sus pisos. Y así, un largo etcétera.
Todo va en la misma tendencia porque, en definitiva, nadie afronta el verdadero elefante en la habitación: la generación de la propia Elisa Beni, que cobra en una tertulia lo que tú y yo en medio mes, ha dejado en herencia un país donde la gente de mi edad difícilmente va a poder emanciparse del todo ni en el corto ni el medio plazo. Lo de fundar familia si así se quiere, comprarse un pisito, cotizar en serio y todo el paquete, no es que sea una quimera, es que así dicho de seguido me hace soltar la carcajada. Pero aquí la mayoría no dice ni mu. Por lo demás, allá cada cual con sus mitos y sus nostalgias. Pero, hombre, ir a la televisión a regodearte sin pensarlo ni un poquito, yo qué sé, está feo.
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