opinión
Mis amigos de Linkedin
Entre las apps perdidas en el olvido está Linkedin, que es algo así como un páramo donde la gente, en el fondo, también habla sola todo el rato y flipándose consigo mismo
Llevo unos días malito. Resfriado. De hace unos años para acá, nada más llegar septiembre, me ocurre que el cambio de tiempo me pilla durmiendo con el culo al aire y claro, pasa lo que pasa. Pienso que tiene que ver con esto de las ... vacaciones de la vida adulta, tan cortas y arruinadas, que mezclado con la cosa climática hacen que ya no sepa muy bien cuando empieza y termina el verano.
El caso es que aquí estoy, emboscado en el sofá, escribiéndote como todas las semanas, esta vez con la gozadera suave de la colcha, pero hablando solo, como flipando, porque eso es lo que hace uno cuando está enfermo y solo y le duele la cabeza pero no tanto como para dejar de hablar. Hay algo extravagante que se mueve cuando el cuerpo está tan quieto, tan «déjame en paz un rato». Yo me puse a borrar cosas del móvil, que es el primer paso para lanzarlo definitivamente por la ventana.
Entre las apps perdidas en el olvido está Linkedin, que es algo así como un páramo donde la gente, en el fondo, también habla sola todo el rato y flipándose consigo mismo. La mantengo porque desde hace dos años tengo abierta una conversación con mi amigo Fran que es una joya. Los dos, la conversación y Fran, por aclarar.
El tema tiene su gracia porque mi colega me dejó una recomendación para un curro que al final no me dieron y, como en realidad hablamos todos los días por otros sitios, aquello se quedó en un limbo sideral, en la nube, donde supongo se quedaron igualmente las promesas de amor no correspondidas o las fotos de Tuenti. Fran y yo, que procrastinamos por deporte, decidimos contestarnos a partir de ese momento con las respuestas predeterminadas que nos salían en el chat. Y hasta hoy. «Ja ja ja», me escribió él. Y yo contesté: «Excelente». Y Fran: «Me alegro». Y yo: «¿Y usted?». Y él: «Bien, gracias». A lo que yo le dije: «Órale». Y él, otra vez: «Bien, gracias». Lo de Linkedin, ya ves, es cosa fina.
Revisando la bandeja de entrada, malito como yo estaba, me escribió Joanne Johnson, que no tenía yo el gusto, pero resulta que estaba muy interesada en mi perfil porque ayuda a 'Creative professionals' que todavía no pudieron «match their big ideas». Y yo, entre moqueante y absorto, solo quería decirle a Joanne que mis ideas tampoco eran tan 'big', pero con ese fondo blanco, ese pelo cano, y esa mirada tan entre el bot ruso y bailar TikTok con su nieto en Los Ángeles, le dije amablemente que 'nice to meet you too', por agradar, pero ahí se quedó la conversación. De nuevo en la nada, Joanne y yo. O solo yo. Ni idea, la verdad.
Porque en Linkedin las cosas se quedan siempre ahí, como a medias, como la conversación con mi amigo, en el limbo, donde a nadie le importan, ni al mismo que las escribe. Es una comunicación torcida, porque los códigos están hechos para encajar el mundo a su medida. Allí, fíjate, no te gusta algo, si no que lo «recomiendas», lo cual, cuando hablamos del trabajo, pues mira, me puedo alegrar que alguien tenga curro, porque habrá que comer y comer a veces está infravalorado, pero la idea, así en concepto, de currar, como experiencia, seamos honestos, no se la puedo recomendar a nadie.
Y así vas viendo un perfil tras otro y yo supongo que detrás de ellos habrá personas, aunque todas en una actividad arbitraria e intermitente, vagando como almas que lleva el mercado. Desprovistos de cualquier personalidad propia porque muy probablemente lo que ellos quisieran decir, si se lo piensan dos veces con cierta malicia, no hace mucho 'engagement' con el personal.
Por ejemplo, con otro señor, Louis Lewis, que después de Joanne Johnson el nombre ya me parece de coña, y que me abre el chat también cada cierto tiempo, y me recomienda siempre hacerme un curso de 'content writer'. Y a mí me da un palo terrible, porque por mucho que él quiera, no voy a entender en la vida eso de escribir contenido, como si fuera al peso, y si lo entiendo es muy a mi pesar, Louis, desde aquí te lo digo.
Mi tentación, te confieso, es escribirte 'órale' para que al menos los dos estemos igualmente confundidos en la extrañeza y la conciencia de que cada uno manejamos nuestro propio lenguaje absurdo y así, a lo mejor, nos demos cuenta y lleguemos al acuerdo de que lo que prima, en el fondo, más que el 'branding', es no morirse.
Y en esas estoy, con la mantita, zombi, como un linkediano cualquiera, sin buscar trabajo porque ya tengo, pero buscando un ratito para intentar entender qué pasa en estas cabezas nuestras, que es curro mayor, ya te digo. De paso, ya le respondí a Fran. «Sí». En seco. Y ahora a esperar. «Ja, Ja, Ja».
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