OPINIÓN
Alianza África Avanza
Ahora nos vemos enfrentados a un verdadero problema de inmigración externa por la llegada a España de una nueva población
El presidente del gobierno ha visitado tres naciones atlánticas de África, Gambia, Senegal y Mauritania. Se ha recreado con que tenemos una sede del Cervantes en Senegal, que su exministro Pedro Duque, hoy presidente de Hispasat, mejorará la conectividad y la digitalización allí con el ... despliegue de 150 instalaciones y ha prometido la emigración circular. Mientras, la arribada de gente que se juega la vida en la mar para llegar a nuestras costas en tan frágiles condiciones no solo no ha disminuido, sino que aumenta día por día.
Moncloa informa que ahora se va a crear 'Alianza África Avanza' que, dice, va a favorecer inversiones concretas en el África Occidental para fomentar el desarrollo económico y productivo en la región generando empleo y aprovechando el capital humano existente en el continente.
La migración es un fenómeno indiscutible, pero no puede amparar en su pronunciación dos cosas contradictorias. Cuando se trata de personas, tiene en común con la inmigración y con la emigración la situación de desplazamiento geográfico de individuos o grupos generalmente por causas económicas o sociales. Llegar a un país extranjero para radicarse en él es lo que intenta cada inmigrante. Emigrar es abandonar el país propio para establecerse en otro. Y la cuestión común entre ambas situaciones está por conseguir unas mejores condiciones de vida.
Nosotros, los españoles, hemos sido un pueblo que a lo largo de la historia ha conocido bien la emigración. Y hasta la inmigración interna en nuestro propio país. Ahora nos vemos enfrentados a un verdadero problema de inmigración externa por la llegada a España de una nueva población que, o bien viene de una cultura religiosa distinta, como los musulmanes, o bien procede de pueblos con una común historia en los siglos anteriores pero que se ven sumidos ahora en la persecución o en los desarraigos económicos que les impele a buscar España como territorio deseable. Y, además, están entre nosotros los que buscan refugio político.
Me llama mucho la atención el desapego que del problema han hecho de esta cuestión, al menos durante los últimos 24 años, nuestros responsables políticos. Y si se lo digo así es porque, desde los tiempos de Aznar, nuestros representantes de la soberanía nacional, los legisladores que hacen leyes y gobiernos, parece como que se hayan olvidado de que en el año 2000 aprobaron la Ley Orgánica sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, que me atrevo a sugerir a ustedes su lectura al menos en los tres primeros artículos. Han pasado 24 años y cuatro presidentes y la cuestión ni parece resuelta, ni lleva visos de que lo sea.
Hay grupos sociales y hasta partidos políticos abiertamente hostiles a la integración de los inmigrantes por razones de ideología y hasta de supremacía. Por raza, sexo, origen o nacionalidad. Como antaño los hubo de religión entre protestantes y católicos o con los judíos, los rohinyás o los palestinos. Y los sigue habiendo entre chiitas y sunnitas o chinos y tibetanos. Porque siguen cerradas muchas barreras al entendimiento y al raciocinio.
Más allá de un derecho a la condición humana, ¿puede ser útil la inmigración? En un país como el nuestro con bajísimo nivel de nacimientos y tan larga proclividad a la supervivencia, está claro, pero hay que plantearse cómo hacerlo y, como en tantas otras cosas de aquí, se han dejado desperdiciar 24 años en el mismo descontrol.
No sé yo cuántos españoles viven hoy en la emigración por razones laborales o de mejoría de vida, ni sé cuántos extranjeros inmigrados han conseguido establecerse con normalidad en nuestro país durante estos casi cinco lustros, pero hablar de migrantes por no decir inmigrantes, no elude saber que hay emigrantes.