La Alberca
Victoria pírrica de la Constitución
Sánchez ha retorcido el triunfo del PP en el Constitucional para montar un relato en el que sólo pierde España
No ha perdido por seis votos a cinco. Esa perspectiva es miope. El sanchismo ha ganado la batalla del Constitucional. Ha logrado un cisma en el tribunal avizor de la democracia, el centinela superior que vela por el libre desarrollo de los tres poderes, y ... ha construido un relato a su medida: «El PP retiene por medios espurios un poder que los ciudadanos no han validado en las urnas». Con esta falacia torticera el presidente pregonó ayer que el TC está podrido y, por ende, ahora tiene él que salvar el Estado de derecho de las garras fascistas adoptando «cuantas medidas sean necesarias». Pedro Sánchez recitó un irrebatible manual de sectarismo. «Han destruido la razón», repiten al unísono sus tropas. Aquí está la clave. El sanchismo es la razón unívoca. Nunca antes habíamos asistido a una exhibición tan magistral del pensamiento único. La distorsión es muy grosera. Primero se culpa a los jueces del fondo cuando lo que han dirimido es la forma en que el Gobierno pretende cambiar la elección. Segundo, los cinco magistrados que han votado en contra del recurso del PP son independientes. Sólo ellos custodian la autonomía de las Cortes. En cambio, los seis que han apoyado la petición del PP están politizados, son esclavos al servicio de un partido político. Quede claro que a esto también han contribuido los jueces dejándose herrar como conservadores y progresistas. No hay un papel más difícil que el de un juez. Si acaso podría compararse con el de un cirujano del que depende la vida del paciente en la mesa del quirófano. Del juez depende la libertad del encausado. Y del Constitucional, la libertad de la nación. Pero por encima de ese vicio terrenal está el plan divino de Sánchez, que desde el Ejecutivo está tambaleando el ordenamiento del 78 en su alianza con los antisistema.
En el Consejo de Ministros se sienta un partido que ha instado a desobedecer la decisión del tribunal y que ha iniciado ya la batalla de los conceptos aludiendo a una supuesta soberanía popular (véase Venezuela), antípoda de nuestra soberanía nacional, que según el artículo 1 de la Constitución «reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado». Los poderes. Todos. No sólo el ejecutivo. Esto es importante porque con las palabras nos manosean. Por eso la victoria de los constitucionalistas en la votación del pleno del alto tribunal es pírrica. Y la derrota de los antisistema es triunfal. Porque de este embate sale dañada la viga maestra de nuestra arquitectura democrática. No hay más que atender al relato que nos están intentando colocar: «Por primera vez se impide a los representantes legítimos su labor de representación de la voluntad popular». ¿La oposición no es representante legítima? ¿El TC tampoco lo es? Equilicuá. Esta es la madre del cordero. El sanchismo ha dado una zancada hacia su meta, que es la omnipotencia, dejando herido al Constitucional. La estrategia del pulpo continúa. Aún queda un año para las urnas, hay tiempo para seguir ablandando España a golpes.
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