la alberca
Malversación de la democracia
El sanchismo llegó luchando contra la corrupción y se mantiene a costa de protegerla, así es su gran vacío moral
La diabólica naturaleza sanchista, que tiene corazón de saltimbanqui ideológico y estómago de vampiro, ha llevado a cabo el mayor retruécano político posible: Sánchez llegó al poder gracias a la corrupción del adversario y se está manteniendo en él gracias a la despenalización de la ... corrupción de los suyos. Visto a cierta distancia, esto es la apoteosis de la amoralidad. El presidente juega con la ventaja de carecer de principios, lo que sin duda le otorga una superioridad muy difícil de combatir. Cualquiera que hubiese echado a Rajoy con una moción de censura basada en la lucha contra la corrupción del PP se vería ahora atado por las peticiones de sus socios de abaratar los delitos de sedición y malversación que casualmente cometieron ellos. Escuchar a Margarita Robles, que es jueza y conoce el paño, justificando la modificación de la ley es la demostración definitiva de que Pedro Sánchez es un mago. Ha conseguido hipnotizar a personas que tenían una trayectoria indiscutible antes de entrar en la secta sanchista, como Marlaska, Calviño o la propia Robles. Y ha logrado también rebajar las penas de delitos a petición de los delincuentes que lo sostienen en el poder después de haber ejercido de paladín contra la corrupción. No se le puede negar su inteligencia, que es directamente proporcional a su indecencia.
El argumento de la ministra jueza, repetido hasta la saciedad por lo que queda del PSOE para justificar el indulto a Griñán, es tan torticero que da pavor: sólo es corrupción meterse el dinero público en el bolsillo propio. Usarlo para montar una red clientelar que servía para beneficiar al partido, como ocurrió en Andalucía, o para organizar un referéndum ilegal en Cataluña no le parece tan grave. Desviar los fondos públicos a fines bastardos es la peor de las aberraciones que un político puede cometer en democracia porque esa perversión conlleva un engaño generalizado a los contribuyentes y porque, en esencia, los gobernantes son elegidos por el pueblo en orden de su autoridad moral. Si un político deja de ser ejemplar en el uso de los recursos públicos, incluso cuando persigue un fin honorable, ha traicionado a la sociedad. Por eso el Estado de Derecho está por encima de las personas y por eso la democracia se compone de dos pilares que cargan el mismo peso: el sufragio universal y la ley. Si se vulnera uno de los dos, como está ocurriendo ahora, se está implantando una pulsión totalitaria.
Pero el caso de Pedro Sánchez, que es gravísimo por su tendencia absolutista, incluye una depravación aún más maléfica: ascendió gracias a un razonamiento y se está manteniendo en la cima con el razonamiento contrario. Su conducta nos ha demostrado que su lucha contra la corrupción era una farsa. No perseguía el bien común, sino el propio. Porque carece de valores y, por tanto, de ideas. Nunca nadie había despilfarrado de forma tan grosera los principios constitucionales. El sanchismo será siempre culpable de la malversación de nuestra democracia.
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