AL ALBERCA
La cruz de los bares
El decoro es la nueva excusa que ha puesto el Ayuntamiento para no reconocer que le faltan policías
El argumento del delegado de Fiestas Mayores para cerrar los bares durante la Madrugada, el decoro, ya estaba en la hemeroteca. Es más antiguo que el hilo negro. El 15 de abril de 1862 publicó 'El Porvenir' un editorial titulado «Con la música a otra ... parte» que decía lo siguiente: «Excitamos el celo de la autoridad local para que no permita continúen poniendo en ridículo la cultura de Sevilla esa media o una docena de chicuelos haraposos y mujeres poco menos que, situados en los parajes más céntricos y concurridos de la población, entonan saetas y coplas de la Pasión de Jesucristo, ni más ni menos que si estuviesen en un villoro. Lo sublime del misterio que en estos días celebra la Iglesia y el decoro de Sevilla están interesados en que se haga cesar esta sucia costumbre». Si cambiamos saetas por tabernas, el texto le valdría a Juan Carlos Cabrera para justificar su polémica medida. Pero el decoro es un concepto muy relativo. ¿Es decorosa una cofradía procesionando por una calle vacía? El problema es que al Ayuntamiento se le ha agotado la excusa de la seguridad. Las medidas que se han adoptado estos años son el reconocimiento de un fracaso social que hace pagar a justos por pecadores. Es como si para acabar con los homicidios con arma blanca se prohibiesen los cuchillos. ¿Qué culpa tiene el cuchillo, tan útil para cortar jamón, del mal uso que hacen de él algunas personas? ¿Qué culpa tienen los bares de que haya energúmenos? ¿Y qué culpa tienen los sevillanos educados? Restringir las libertades generales para garantizar la seguridad es siempre un retroceso, además de una torpeza. Cerrar los bares para evitar el peligro es una idea que se le puede ocurrir a un niño, pero a un profesional hay que exigirle algo más sofisticado. Por ejemplo un plan de vigilancia. El problema es que eso destaparía la auténtica realidad que hay detrás de esta controversia: la insuficiente plantilla de policías locales que tiene Sevilla.
El Ayuntamiento se vanagloria de haber dado un gran salto en el mercado del turismo y de la cultura en el último lustro, pero no ha tomado ninguna medida para adaptar los servicios públicos a la nueva agenda de la ciudad. Está muy bien que Sevilla acoja conciertos de estrellas de la música que hace unos años eran impensables, que en el sector del turismo de congresos sea una referencia europea, que celebre un maratón de prestigio, que organice salidas extraordinarias de cofradías históricas, pero eso exige un número determinado de operarios de limpieza y de policías. Y como no hay bastantes efectivos, lo que se le ocurre a la autoridad vigente, que no competente, es cortar por lo sano, que es muy eficaz, claro, pero también muy injusto. Por eso ahora suma la variable del decoro para acabar con la «sucia costumbre» de beber mientras pasa una cofradía. Esta es la cruz que le toca cargar durante la Madrugada a los taberneros, que han pasado de la Cruz del Campo al viacrucis de la estigmatización municipal. «Ni más ni menos que si estuviesen en un villorro».
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