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La Alberca

El arpegio del Cachorro

Al pasar tan cerca pude ver una guitarra invisible entre sus manos, un trémolo al viento de Triana

Alberto García Reyes

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Por la calle Rodrigo de Triana iba la barba judía apuntando a la luna creciente, que en las tardes del invierno de Sevilla se clava como una uña en la carnes del cielo. La vista del Cachorro, yacente como nunca en su expiración, con la ... cruz como lecho, se hundía en el pasillo turquesa que le había puesto Triana por techo en los callejones de su vieja cava, ese laberinto de fraguas que sólo da salida por las alturas cuando se llega a Santa Ana. Y al pasar tan cerca del suelo a plena luz del día pude verle las manos. Las arterias metacarpianas latiendo. Las carnes vivas del pulgar. Decidme que estoy loco, pero yo vi las manos de un tocaor antiguo del arrabal. Los dedos de la izquierda poniendo un Mi Mayor clarísimo, por soleá alfarera, y los de la derecha ejecutando un arpegio limpio para darle entrada al cante que se le derrama por la boca en su último jipío. «En la capilla del Carmen / mataron a aquel gitano, / cómo lloraba su madre». Los dos brazos en cruz. Manuel Molina con su barba cantando una letra al firmamento: «Que nadie vaya a llorar / el día que yo me muera, / es más hermoso cantar / aunque se cante con pena».

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