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¿Volver a empezar?
Si Pedro Sánchez quiere situarse en el centro-izquierda, como proclama, lo primero que tiene que hacer es no engañar
Como alumna aplicada que sabe la lección, Maritxell Batet ha anunciado como «urgente, viable y deseable» la reforma de la Constitución. Olvidando, ¿aposta?, que para cambiarla se necesita el inalcanzable dos tercios de ambas Cámaras y omitiendo si la reforma es para ampliarla o restringirla. Aunque dio algunas pistas: corregir el «histórico déficit de infraestructuras en Cataluña», cuando, incluso con Franco, ha sido la comunidad más favorecida en ellas (hoy tiene AVE en sus cuatro capitales), y «recuperar algunas de las leyes sociales suspendidas por el Tribunal Constitucional». Falso: el Tribunal Constitucional no ha suspendido leyes sociales. Ha suspendido artículos del Estatuto catalán anticonstitucionales. ¿Se refería a los recortes que hizo del redactado bajo el paraguas de Zapatero «os daré lo que pidáis»? Posiblemente. Pero no lo dijo. Sánchez ha sido más específico al hablar de «nación de naciones», cuando la Constitución reconoce sólo una, España. Y no hablemos de su próximo interlocutor, Torra, que reitera su objetivo: «El referéndum del 1 de octubre y la declaración del 27», o sea, la declaración de independencia que llevó a la cárcel o al exilio a los protagonistas. Con lo que volvemos al punto de partida.
¿Es éste el plan B de Sánchez para Cataluña, volver no sólo al golpe de Estado de una consulta ilegal y una República catalana, sino incluso a «darles lo que pidan» de Zapatero? Pero tranquilos, dialogando, pactando, con todas las de la ley, como exige un gobierno de estrellas y un público harto de inestabilidad. Si es eso, ya nos dirán cómo van a convertir lo ilegal en legal, con sólo 84 diputados entre los 350 del Congreso. Por si fuera poco, con el nacionalismo vasco en las calles de sus ciudades reclamando también el «derecho a decidir». ¿Cuál será el próximo?
Si Pedro Sánchez quiere situarse en el centro-izquierda, como proclama, lo primero que tiene que hacer es no engañar. Lo segundo, alejarse de la izquierda radical con la que hizo un pacto de gobierno que le costó dos sonadas derrotas y perder la jefatura de su partido. Las extrañas circunstancias reinantes le han permitido recuperarla e incluso alcanzar la presidencia del Gobierno. Pero la suerte no suele llamar dos veces a la misma puerta. Si cree que con un gabinete de famosos puede ocultar una vuelta a la vieja política se equivoca, hoy se sabe todo. Ya no está Rajoy al que echarle la culpa de cuanto va mal. Los que le han hecho presidente, Podemos, los nacionalistas, no fue para que haga política contra ellos, sino la suya, y si espera ayuda de quienes ha desalojado del gobierno es más ingenuo de lo que parece. Lo de diálogo, entendimiento, negociaciones suena bien, pero lo que cuenta son los hechos. Para empezar: ¿cuál es ese «nuevo modelo territorial viable» del que habla Maritxell? Porque una república en una monarquía, más que a viable, suena a cuadratura del círculo. Y tan listos no son. Ni nosotros, tan tontos. ¿O sí?