Juan Fernández Miranda
Vienen curvas
Rajoy debe asumir la iniciativa y tratar de forjar consensos que permitan sortear la inestabilidad. No será fácil
¿Quién será el próximo presidente del Gobierno de España? Responder a esta pregunta no va a ser fácil. Parece evidente que la inestabilidad acecha y que será muy difícil formar gobierno, para la fuerza más votada y también para los demás.
Por eso, porque se avecina una etapa de enorme inestabilidad en distintos órdenes, el todavía presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, debe tomar la iniciativa y forjar consensos que permitan avanzar sobre las bases de un modelo constitucional que -se diga lo que se diga- ha generado las mejores cuatro décadas de desarrollo, paz y libertad de los últimos doscientos años. Eso no significa que todo haya sido bueno, ni que no haya nada que cambiar, significa que para mejorar no hace falta es destruir los pilares que sí han funcionado.
Es evidente que el PP ha cosechado un resultado insuficiente para formar un gobierno con Ciudadanos, que dicho sea de paso ha obtenido un dato decepcionante y muy alejado de las expectativas levantadas por su líder y presidente, Albert Rivera. Pero no dejaría de ser injusto que un partido que ha ganado en la inmensa mayoría de las provincias españolas y que ha obtenido un apoyo de más de seis puntos sobre el segundo no pueda gobernar.
Las elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre encumbraron a Ciudadanos y golpearon a Podemos. La gestión que los primeros han hecho de aquel éxito y los segundos de aquel fracaso ha resultado trascendental para estas elecciones generales. Pablo Iglesias entendió que si quería pintar algo en Cataluña, tenía que reinventarse. Y no dudó en prometer un referéndum y hablar de un país de países. Ayer lo repitió en su primera intervención pública: «Estas elecciones han dejado claro que el nuestro es un país plurinacional». Esas afirmaciones -que le han permitido ser la fuerza más votada en Cataluña y el País Vasco- revelan que para él todo vale con tal de alcanzar el poder, un elemento común en el discurso de Pablo Iglesias, tan cambiante como carente de principios.
¿Y el Partido Socialista? El resultado es decepcionante, pues han perdido millones de votos sobre el fatal resultado que cosecharon en 2011. Su caída -y el ascenso de Podemos- responde a la renuncia que el socialismo ha hecho a los puntos fundamentales que algún día hicieron del PSOE un partido grande: responsabilidad, moderación y un mismo discurso en el conjunto de España. Por eso, el Partido Socialista debe huir de coqueteos con fuerzas populistas que se lo están comiendo por los pies y ha de renunciar a cantos de sirena que le han encandilado durante la última década. La música del primer discurso de Pedro Sánchez tras el recuento electoral sonó muy bien. Escucharemos atentamente la letra cuando llegue el momento porque la gran crisis ideológica de este país está en la izquierda. Urge ya un PSOE fuerte que sea alternativa real y sólida de gobierno. Hoy por hoy no lo es.
El fantasma de la inestabilidad y de las nuevas elecciones ya está entre nosotros. Es hora de la gran política y de los liderazgos fuertes.