Edurne Uriarte
El veto al PP y el experimento de ASCH
Recordé hace poco a mis alumnos de Políticas el famoso experimento del psicólogo Solomon Asch, aquel en el que muchos estudiantes respondían incorrectamente a una sencilla prueba de visión por miedo a discrepar de la mayoría, conformada por otros estudiantes compinchados con Asch para dar la respuesta incorrecta y poner a prueba la solidez del criterio propio de los participantes en el estudio. Sólo una minoría de los testados fue capaz de sostener el criterio propio. Sólo una minoría fue capaz de discrepar del criterio percibido como mayoritario, a pesar de la aplastante evidencia de la incorrección de esa respuesta.
En nuestro país la sola capacidad de mantener la posición frente a la presión mayoritaria es una declaración de principios políticos
Se trata de una regla psicológica elemental del comportamiento humano, y también del comportamiento político, y funciona una y otra vez, en contra del sentido común, en contra de la inteligencia, en contra de los hechos. Por miedo, por miedo a discrepar del criterio mayoritario. Y explica, por ejemplo, esa asombrosa y, sin embargo, mayoritaria tendencia a repartir responsabilidades entre todos los líderes políticos por el fracaso de las negociaciones para formar Gobierno. Ignorantes del veto de Pedro Sánchez al PP desde el primer día hasta el último, con el apoyo de Albert Rivera en las últimas semanas, y que ha impedido la formación de un Gobierno de coalición. Indiferentes a la radical diferencia de posiciones entre el PP y el PSOE: el primero, a favor de un acuerdo de Gobierno con el PSOE; y el segundo, en contra de cualquier acuerdo con los populares.
Conozco el experimento de Asch, o la investigación politológica sobre la espiral del silencio de Elisabeth Noelle-Neumann que prueba lo mismo, el miedo a la discrepancia con la mayoría que lleva a sostener la mayor longitud de una línea sobre otra, aunque sean obviamente iguales, como pasaba con los estudiantes del experimento. Pero no por eso deja de asombrarme la cantidad de veces que he tenido que discutir en uno y otro lugar con esa mayoría ajena a los hechos, entre los ciudadanos y entre las élites. Porque las élites reaccionan de la misma manera que el resto ante este experimento, con miedo a la discrepancia.
Y en nuestro país, el experimento diario de Asch funciona siempre en el mismo sentido, con una lectura de los hechos controlada por izquierda y nacionalistas que determinan la toma de posición de la mayoría. Hasta Albert Rivera, que tanta ruptura con la política tradicional prometía, ha caído en esa presión de la mayoría. Por miedo a que lo coloquen en la derecha, o por miedo a no ser bienvenido en esos programas televisivos donde jalean a Podemos, o por miedo a no ser suficientemente moderno. Por el mismo miedo que los estudiantes del experimento de Asch.
Lo que deja el panorama preelectoral en el sitio habitual. En una disyuntiva entre izquierda y derecha en la que el Partido Popular será la única opción de derechas, tras el espejismo de un Ciudadanos que parecía aspirar a sustituirlo y ahora prefiere la bendición social del progresismo. Y el PP necesitará unos cuantos votos y escaños más para desanimar un nuevo intento de formación de un Gobierno del PSOE con la extrema izquierda y los independentistas. Con más discurso político, como le recuerdan a Rajoy sus críticos. Claro que en nuestro país la sola capacidad de mantener la posición frente a la presión mayoritaria, exactamente lo que ha hecho Mariano Rajoy, es una declaración en toda regla de principios políticos. De alternativa a la izquierda y al nacionalismo.