Una vergüenza

Ni un solo país mínimamente homologable iba a reconocer esa patochada

Luis Ventoso

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No gozan del respaldo social que aparentan. Ayer, en cuanto se salía de la escueta plaza barcelonesa donde celebraban por todo lo alto su pantomima de independencia, el resto de la ciudad flotaba en una calma perfecta. No hubo riadas espontáneas tomando las calles para celebrar el nacimiento de la nueva República, porque todos los catalanes, hasta los más fervorosos separatistas, sabían que la proclama de sus atrabiliarios líderes era papel mojado, una mascarada inviable. Ni un solo país mínimamente homologable iba a reconocer esa patochada. Además, el separatismo quedó derrotado hace dos semanas. La utopía se acabó cuando se rompió la hucha, cuando las empresas catalanas arrugaron la nariz y huyeron en estampida.

Y sin embargo... Soy un español insignificante, uno más, pero creo que recojo el sentir de millones de mis compatriotas si digo que ayer al mediodía me sentí profundamente humillado e indefenso ante lo que estaba sucediendo en el Parlamento de Cataluña. Vulnerando todas las leyes de nuestra democracia se aprobó «la constitución de la República catalana como Estado independiente y soberano». Sí, ya sabía que no tenía validez jurídica alguna, que el Tribunal Constitucional lo suspendería en breve, que la justicia se pondría en marcha para que los golpistas rindiesen cuentas y que el Gobierno los cesaría. Pero la pregunta incómoda seguía allí: ¿Cómo se ha permitido semejante oprobio? ¿Por qué la justicia no evitó este golpe de Estado? ¿Por qué no se emitió una sencilla orden judicial ordenando la detención de los rebeldes sediciosos?

Qué vergüenza, señor Rajoy, señor Sánchez, señores jueces y fiscales. ¿Por qué toleraron que una facción sediciosa que iba ya arrastrando los pies llegase tan lejos? Cuando en el futuro se estudie la historia de España, los libros consignarán que el 27 de octubre de 2017 el Parlamento catalán aprobó la independencia mientras el Estado español iba a paso de tortuga, tentándose la ropa de manera acomplejada, cediendo toda la iniciativa a los golpistas. ¿Se podía haber evitado una declaración de independencia que ha humillado a todos los españoles y ha mancillado el prestigio de nuestro país? Por supuesto que sí. Era tan sencillo como que el TC hubiese suspendido la sesión de ayer del Parlament (lo consulté con juristas y me explicaron que resultaba perfectamente posible). Pero unos magistrados acobardados no estuvieron a su altura (sí lo están para las prebendas del cargo). Tampoco el presidente del Gobierno y su segunda han cumplido con los españoles. Primero fallaron a la hora de evitar el referéndum del 1 de octubre y ayer no acertaron a impedir la dolorosa sesión de proclamación de la República, un golpe de Estado en toda regla. Especialmente lacerante el papel de PSOE y PSC, que todavía un par de horas antes de que se consumase el golpe presentaban mociones para ablandar la aplicación del 155.

Franceses, alemanes, italianos o británicos habrían puesto medios para evitar de antemano la bofetada que ayer recibimos. España tendrá un problema si Puigdemont, Junqueras y Forcadell no pernoctan pronto en la cárcel tras coleccionar delitos en serie.

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